Opinión

Corrupción y recortes

Lo ha dicho Rajoy y tiene toda la razón: a los españoles les ha producido más rechazo la corrupción que los recortes.  

El presidente de gobierno, a pesar de su aislamiento -en parte obligado en razón de su cargo, en parte porque no ha querido prodigarse excesivamente en la calle hasta ahora-, sabe cómo respira la calle, donde la sensación de que algunos políticos se lo han llevado crudo y no se han tomado las medidas necesarias para evitarlo, ha provocado una indignación que explica el rechazo que hoy provoca la clase política en general y el PP en particular. Esto último por culpa de Bárcenas, cuyas fechorías han salpicado a la cúpula popular aunque nadie ha demostrado todavía que esa cúpula empujara a cometer ilegalidades a quien se ocupaba de los dineros del partido.  

Rajoy no supo responder con la suficiente contundencia a las acusaciones de corrupción, y es ahora cuando pide perdón por la imagen que ha dado el partido y sobre todo por no haber tenido una actitud vigilante sobre el tesorero. Pero el daño ya estaba hecho.

Los recortes forman parte de otro capítulo. Desagradable capítulo, aunque muy alejado de lo que significa haber transmitido la idea de que el partido que gobierna practica y ampara la corrupción.

En cierto sentido, los recortes a los que ha sometido el gobierno de Rajoy a los españoles durante estos años, la mayoría de los ciudadanos los ha considerado inevitables. Duros, pero inevitables. Se partía de una situación crítica y era necesario tomar medidas expeditivas para impedir un rescate que habría incidido directamente sobre la soberanía española, como ha ocurrido en Grecia y Portugal y, en menor grado, en Irlanda, donde los gobernantes vieron cómo eran otros los que tomaban decisiones, que además eran de obligado cumplimiento. Otros que ni siquiera eran griegos, portugueses o irlandeses, sino que venían con órdenes expresas del FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. Los españoles lo hemos pasado condenadamente mal, pero al menos no hemos tenido que beber ese amargo cáliz de soportar que el gobierno elegido democráticamente no tenía capacidad de decidir sobre nada relacionado con la economía y la fiscalidad, lo que equivale a decir que apenas tenía capacidad de decidir sobre nada.

La corrupción, y así lo ha comprendido Rajoy, es el principal escollo que encuentra para tratar de lograr un buen resultado el 20 de diciembre. 

El CIS sigue diciendo que el PP ganará las elecciones, pero con un resultado pírrico, muy alejado de la mayoría absoluta. Y si gana, es porque a pesar de las duras medidas del gobierno, son millones los españoles que confían más en el PP que en otros partidos, que ven menos hechos, o con un proyecto menos elaborado, menos realista. Si no fuera por la corrupción, probablemente Rajoy podría respirar más tranquilo ante la contienda electoral.

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