Opinión

Esperanza Aguirre

Anda a la greña con Pablo Iglesias, que le ha presentado una demanda porque se considera difamado e injuriado por la ex presidenta del gobierno madrileño. No sabe Iglesias con quién se las gasta, habituado a que le bailen el agua o a que le pongan delante contrincantes que no tienen media bofetada dialéctica o, si la tienen, se quedan sin palabras ante la palabrería y las falsedades de las que suele hacer gala el que por obra y gracia de unos cuantos periodistas de su cuerda se ha convertido en hombre de moda, hasta el punto de que ha logrado incluso que le vote gente del PP, lo que dice mucho de su capacidad de engañar diciendo lo que sabe que su interlocutor quiere oir.

Esperanza Aguirre le ha cogido la medida y si nunca se ha arredrado ante nada, ahora menos todavía porque Iglesias representa todo aquello de lo que la presidenta abomina: la demagogia, el populismo, la falta de un discurso coherencia… y la mentira. Aguirre no ha hecho más que ofrecer datos sobre la trayectoria del dirigente de Podemos, en la que a pesar de que Iglesias prefiere no escucharlo, hay colaboración con el castrismo, con el chavismo, fondos llegados de Venezuela para su formación política, y actitud comprensiva hacia ETA hasta que, una vez logrados los cinco euroescaños, Iglesias comprendió que esto último le perjudicaba y desde Podemos se condenó aquello que hasta entonces no se condenaba, el terrorismo etarra.

La presidenta del PP madrileño hasta que ella quiera –en el PP de Madrid nadie la cuestiona- no es mujer que calle. Es su mejor capital y también su principal problema, dice exactamente lo que piensa y le importa poco que sea o no políticamente correcto. Siempre ha sido así, por eso provoca filias incondicionales y fobias viscerales. Por eso son multitud, muchedumbre, los madrileños del PP –y del no PP- que desean que Rajoy la designe candidata a la alcaldía porque prefieren una alcaldesa eficaz aunque contestataria que a una Ana Botella que no pronuncia una palabra más alta que otra pero que tiene la ciudad hecha unos zorros. Pero hay también la otra cara de la moneda, ese carácter que Esperanza Aguirre muestra estos días en su pelea contra un Pablo Iglesias del que cuenta verdades como puños aunque le cuesten querellas, también afecta a sus posibilidades de que Rajoy y Cospedal se inclinen por ella aunque sepan que solo ella y Soraya Sáenz de Santamaría garantizan la necesaria mayoría absoluta.

Es una pelea la de Aguirre contra Podemos en la que la presidenta no tiene nada que perder y mucho que ganar: nada que perder porque no aspira oficialmente a nada, pero en cambio provoca adhesiones de quienes están hartos de que Iglesias saque tanto pecho cuando tiene muchos cadáveres que esconder en su armario político.

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