Opinión

Excalibur

Excalibur es el perro de Teresa Romero y su marido, y se ha convertido en un símbolo para las asociaciones que lucha contra el maltrato animal, así como para centenares de miles de personas que han emitido tuits para intentar salvarle la vida. El Gobierno regional madrileño, de acuerdo con médicos y especialistas, determinó que debía ser sacrificado porque no se conoce el comportamiento del ébola ante los perros, si pueden o no ser afectados por el virus, y si pueden contagiarlo durante el periodo de incubación de la enfer- medad o cuando ya han aparecido los primeros síntomas, como ocurre con las personas. Por no saber, ni siquiera saben los expertos –y así lo han dicho algunos extranjeros, no solo los que trabajan para la comunidad madrileña- cuánto dura en los perros el periodo de incubación, si efectivamente pueden sufrir la  enfermedad. Solo existen datos sobre el efecto del ébola en dos clases de animales, chimpancés y murciélagos.

Es evidente –no hay más que salir a la calle- que existe una psicosis generalizada respecto al ébola, y es evidente también que las autoridades han fallado en la forma y fondo de transmitir información, porque han provocado la alarma social que pretendían evitar. No ayudamos los medios de comunicación, tampoco quienes ponen en cuestión la sanidad española cuando es una de las mejores del mundo aunque siempre se pueden cometer errores, y tampoco han ayudado algunos miembros del sector sanitario que aprovechan la desgracia para hacer política.

En todo este cúmulo de desgracias, causa estupor que se haya puesto más el acento en Excalibur que en el estado de salud de Teresa Romero, cómo evoluciona su enfermedad, si son efectivos los anticuerpos que le han suministrado, cuál es su estado de ánimo y el de su marido, si la causa del contagio está en que se tocó inadvertidamente la cara o que se desprendió con excesiva rapidez del traje especial pensando que no eran necesarios los detalles que exigía el protocolo de actuación... La atención se ha centrado en el perro de la familia. El marido de Teresa Romero exigía que fuera puesto en observación; las autoridades indicaban que no se sabía el tiempo que se necesitaba para desarrollar la enfermedad ni tampoco de qué forma podía contagiar a quienes tuvieran contacto con él.

El dolor que provoca enviar a un perro al sacrificio solo lo conocen quienes conviven con ellos, saben de su lealtad, el afecto tan profundo que se siente por ellos, hasta qué punto son capaces, con su intuición, de dar consuelo en momentos difíciles. Es tanto lo que dan que por mucho que se les atienda nunca serán suficientemente correspondidos. Pero dicho esto, provoca amargura que haya tantos a los que parece inquietar más Excalibur que Teresa Romero. Que les importa más la vida de Excalibur que la vida de quienes podrían ser sus víctimas si hubiera contraído el ébola.

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