Opinión

Tragedia griega a repetición

Grecia atraviesa por una galerna de crisis a repetición, digna de la travesía legendaria de Jasón y Los Argonautas: sus arcas están exhaustas, sus perspectivas son negras, su entorno, hostil, su economía en bancarrota. Pero como en el relato mítico, le han surgido aliados inesperados que pueden revelarse providenciales: Alemania y Francia no están dispuestas a dejar zozobrar al país del mar Jónico.

Ambas se han puesto de nuevo de acuerdo para mantener erre que erre a Grecia en el euro, les va mucho en ello. Saben que abandonarla no sólo provocaría su caída sino que haría tambalear a toda la Unión Europea, es más, el desgarrón griego iría descosiendo como tela de Penélope el entramado económico comunitario, tan interrelacionado está todo. Por ello, en su primera entrevista en Berlín celebrada urgentemente al día siguiente de las elecciones presidenciales francesas, la canciller Angela Merkel y el presidente François Hollande prometieron que harían lo posible para que la nación helena vuelva a la senda del crecimiento, esto de volver “a la senda del crecimiento” es un eufemismo demasiado optimista, casi onírico para Grecia, un “wishful thinking” como dicen los ingleses, o sea, sólo una expresión de buenos deseos. Entre el ruido y la furia de la situación actual de una Europa devastada por la crisis, soñar no cuesta nada.

No va a ser fácil. Para empezar los griegos deben celebrar nuevos comicios en junio tras la imposibilidad de formar gobierno estable por la atomización resultante de las elecciones del domingo, que no han resuelto nada. Ahora bien, en un país democrático, hay que volver a las urnas las veces que haga falta para solucionar los problemas, los atajos autoritarios preconizados por grupos ultras griegos como Amanecer Dorado, partido neonazi, abocarían directamente al caos.

Los sufridos ciudadanos helenos han retrocedido de golpe a la casilla de salida y todo ello sucede - para añadir dificultad a la dificultad - en el epicentro de la agobiante crisis de la eurozona a la que no se vislumbra solución. Tenso compás de espera, pues. Y es decir poco. Políticamente, Grecia es hoy en día el espejo oscuro en que nadie debe mirarse, vamos, el rigor de las desdichas. Si Alemania y Francia no estuvieran empeñadas en mantenerla a flote a causa de las fuertes inversiones de sus bancos en el país, se hundiría. Y lo que es peor, podría desencadenar un indeseable efecto dominó en la eurozona, un verdadero rapto de Europa si se nos permite evocar el fabuloso mito heleno grabado en las monedas de 2 euros, en las que se puede ver a una bella mujer llevada por un toro.

Tengo varias tragedias, elija una, parecen decir los griegos. Estado fallido, a Grecia se le agolpan los problemas que pueden resumirse sinópticamente en uno: sólo tiene dinero para pagar las nóminas de los funcionarios y las pensiones este mes pero ya no el siguiente. Según martillean la prensa y las redes sociales, la única solución vendría de que la troika comunitaria, formada por la Unión Europea (UE) , el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), desbloquee los 8.000 millones de euros prometidos a Atenas que son parte de un crédito total de rescate comunitario de 130.000 millones de euros. Pero eso siempre que el gobierno heleno se someta a condiciones todavía más draconianas que las actuales, aunque, la verdad, ya no puede hacer nada más: ha suprimido pagas extraordinarias, rebajado las pensiones en un 30%, reducido los salarios y no obstante, su paro sobrepasa el 20%. En una palabra, está en la ruina. Y sin embargo, es un símbolo porque guiar a Atenas a salir del Laberinto –como en la leyenda del Minotauro- contribuiría a salvar el proyecto europeo, al que ataca día tras día el capitalismo especulativo que campa por sus fueros en Occidente. Si se cobra esta pieza, después vendrían más: España por supuesto.

Un ejemplo aleccionador: en busca de pingües y rápidos beneficios en Bolsa, la agencia de notación “Moody’s”acaba de rebajar esta semana entre uno y seis puntos la nota del sector financiero español, incluidos los bancos Santander y BBVA. A la espera de la creación de una agencia de calificación europea, como preconiza entre otros el presidente francés François Hollande, “Moody’s, “Standar&Poor’s” y“Fitch”, las tres agencias norteamericanas, se erigen en jueces, son las únicas que deciden si un país o una región está en riesgo o no. Y lo hacen impunemente, en función de sus propios intereses sin que quepa apelación alguna. Se pueden cargar un estado, son producto de un extravío indeseable del sistema capitalista sólo guiado por el lucro a cualquier precio. Otro “wishful thinking”: deben ser reguladas.

Internamente, Grecia era desde hace cuarenta años cosa de dos, el socialista PASOK y el conservador Nueva Democracia (ND). La crisis ha terminado con esta rivalidad bipolar y hecho surgir el partido Syriza, la coalición de extrema izquierda de Alexis Tsipras, muy fuerte según las encuestas. En política nacional, Grecia es, pues, ahora cosa de cuatro pero ello no simplifica la gobernabilidad del país sino que de momento la paraliza.

El presidente de la República, Carolos Papulias, que por mucho que lo intentó, no logró la formación de gobiernos de concentración nacional o de técnicos, acusó amargamente a los políticos de anteponer intereses partidistas a los intereses generales y ahora tendrá que conducir al ingobernable país durante esta incierta transición, un difícil trance.

Para que nada falte, los capitales griegos se han dado a la fuga, 800 millones de euros en un solo día según el Banco Central en un movimiento de pánico causado por los rumores persistentes de que Grecia salía del euro. El año pasado, este sálvese quien pueda, alcanzó los 35.400 millones de euros, la descapitalización continúa.

Pero a la pequeña República Helénica, de 12 millones de habitantes y 132.000 kilómetros cuadrados no le interesa salir del euro ni en las monedas. Europa ha sido para ella una revolución.

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