Opinión

The last drop

Quien haya paseado por las calles de Edimburgo es probable que haya pasado, o incluso recalado en “The last drop”, para tomar una pinta. En el pub tomaban el último trago los condenados a la horca cercana. O sea, que la tradición de que los reos llegaran contentos a su cita con el verdugo no es nueva. Por eso no parece razonable que a un preso de Georgia (EEUU) cuya ejecución estaba prevista para el jueves le denegaran su última voluntad, un ‘six pack’ de cervezas en lugar de la comida de rigor, porque “el alcohol es un artículo de contrabando en la prisión", dijeron las autoridades, en una decisión tan inhumana como la aplicación de la inyección letal. Samuel Johnson tuvo que conformarse con un ponche de frutas que de poco le sirvió para pasar el último trago.

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