Opinión

Formas de chulería

El que suscribe vivió, padeció y aprendió, desde edades tempranas, momentos y episodios de chulería, cuyas razones nunca llegué a comprender, pero con el paso del tiempo y aun a pesar de haber quedado inmunizado, analizo y saco conclusiones. Y observo que, ya entrado en años, se repiten de una u otra forma, sobre todo cuando, llegadas ciertas circunstancias, me vuelven la vista atrás. Hay motivos para comprobar cómo, también en edades más maduras, están a la orden del día chulerías cargadas de diversos tintes. ¡Eso sí!, pasan de ser originales a prepotentes, refinadas… hasta desafiantes. Chulerías para todos los gustos y a medida.

De la época infanto-juvenil recuerdo cuando, debido al éxodo generalizado de los años sesenta desde el pueblo a la ciudad de Vigo, con 10 años, lo que oía a mi alrededor eran lindezas chulescas, cargadas de desconsideración, tipo: Llegó otro “paduano” o un “aldeano” más. Tiempos en los que gente del rural –os aldeanos- llenaba la ciudad –de los urbanitas-. Oír y callar, que bastante teníamos con dejar la aldea en la que habíamos nacido; aunque difícil de soportar continuamente tanta desconsideración. ¿A quién apelabas o qué podías hacer para no sentirte humillado? Las más de las veces se arreglaba aplicando “respuestas contundentes”, con lo que el urbanita desistía y se apartaba con un susurro tipo “El paduano tiene mucha fuerza”. Ya en la adolescencia proliferaban en la ciudad las bandas o pandillas, ciertamente violentas, que ya fuese en los autobuses, guateques o fiestas provocaban trifulcas sin motivación alguna, por lo que la respuesta a tal chulería era hacerles frente o aguantar. Mi círculo de amigos asistía a la chulería marrullera de la banda del “Látigo”, que a finales de los sesenta era la más provocadora y peligrosa.

En la época universitaria, década de los setenta, rodeado de otro prototipo de amistades, algunas de estas más sabias y gentilmente chulescas o con aires educados de chulería, también eran “dignas” de ser aguantadas. Tal cosa sucedía porque, acabado el bachillerato y aspirar a la Universidad, los que procedíamos de la pública nos sentíamos –no era sólo yo- en inferioridad de condiciones a la hora del acceso universitario, y tal parecer debido a que nuestras notas de bachillerato eran inferiores respecto a los procedentes de la privada, y además estaba de moda darse “categoría” con el pronunciamiento de los colegios privados. Pero como la procesión no acaba hasta que pasa el último cura, observábamos como ya en plenos estudios universitarios, bastantes más alumnos de la privada abandonaban o iban a trancas y barrancas o repetían curso. Pero las formas de chulería educada hubo que soportarlas.

Chulería de pistola fue, ya a comienzos de mi vida laboral, y siendo testigo televisivo, el asalto de Tejero y su banda al Congreso de los Diputados, poniendo en riesgo la modélica Transición, a todas las personas que se encontraban en el hemiciclo aquella tarde y a todo un país. La Justicia hizo su trabajo sin interferencias políticas. Pagaron los cabecillas y secuaces. Y ni amnistía ni farrapo de gaitas. La chulería pistolera la pagaron acorde con la fechoría realizada. Se les detuvo, juzgó y a cumplir condena. Hubo otra chulería, que la estamos pagando vergonzosamente, hoy. Es la chulería del golpe de “cuello blanco” del 1 de octubre de 2017, la del “procés” –habrá quien lo niegue- donde se intentó llevar a término el proceso de soberanía de Cataluña, derogación de la Constitución y Estatuto incluidos, con toda la parafernalia informativa. Creo que, a pesar de la aplicación del 155, se actuó a “medias tintas”, pues al actual inquilino de Waterloo se le dio la opción de fugarse. Y hoy sirve para que el presidente del Gobierno en funciones se chulee, a través de una negociación chulesca, su investidura. 

¿Y en Galicia? Asistimos a una simulación de chulería, chulería anémica pero desafiante. Es la de Valentín Formoso, el líder del PSdeG, que reta –nada más y nada menos- al presidente de la Xunta a “convocar elecciones cuando quiera”; ello, a pesar de que el PSdeG carece de candidato y están congeladas las primarias para elegirlo. ¡Hay que tener chulería! Pero lo dicho: es chulería anémica, desafiante, insípida… Cada uno hace lo que puede. Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Chulerías a demanda para tiempos diferentes.

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