Opinión

Leria, intenciones y posicionamientos

No hay gobierno sin partido. O ¡sí!, excepcionalmente; entonces analicemos la crisis de los que no ganan teniendo partido. Es lo que ocurre en Francia. Lo cierto es que hoy, políticos, prensa y ciudadanos, con diferentes perspectivas e intereses, el que más o el que menos, ya están pensando en la madre de todas las elecciones. Estando en el pistoletazo de salida de la precampaña a las municipales gallegas, los políticos que liderarán las formaciones de cada una de las listas, a los correspondientes ayuntamientos, se encuentran en plena vorágine; unos satisfechos, no exentos de preocupación, aunque lo disimulen, que la oportunidad no llama a la puerta demasiadas veces. Y en el subconsciente del líder exudan preocupaciones: 1) Preocupa el acierto o no, en la elección de sus acompañantes. 2) Qué declaramos, a estas alturas, a las preguntas de los más que probables pactos poselectorales. Los profesionales de la información saben mejor que nadie que el ciudadano está muy pendiente del compañero de viaje que forme tándem para gobernar. A la hora de decidir el voto interesa el posible socio.

La máxima es procurar no cometer errores de partida. A los potenciales votantes no se les pueden generar dudas, con respecto a la confianza que hasta ese momento le profesa el cabeza de cartel. Como ocurre muchas veces en todas las facetas de la vida, y la política no es ajena, las ganas de acertar, acrecientan la responsabilidad que puede conllevar al error. El deber de apostar y acertar por unas personas que, a la vista de los demás, deban ser las apropiadas, las deseables o…que ya están quemadas, no es tarea fácil; y no lo es porque siempre merodean alrededor del cabeza de cartel los “politólogos de calle y taberna”. Existe una máxima a la hora de la confección de una lista electoral: Al menos, la persona que acompañe, no reste. ¡Cuidado con los mirlos blancos! Blancos para unos y no tantos para otros. El líder tendrá que valorar el fiel de la balanza, para que el resultado sea positivo. Todo el mundo tiene o tenemos pecados políticos, más o menos veniales… Inmaculado no hay nadie. Y una consideración: El que sólo mire el pasado o el presente, se perderá el futuro. El cabeza de lista debe ser buen conductor de equipos.

Resuelta la confección de las listas entramos en campaña, hablando y interesándonos quién es quién, de las mujeres y hombres a elegir, buscando –si desconocemos- saber su perfil humano y profesional. Para, como diría Anguita: “Después no lamentarse, que los políticos no proceden de Marte”. Y, hablando de Anguita, es de interés su siempre manido yreferente manual de campaña: “Programa, programa, programa”. ¡Ojo!, muchas ideas que podían ser buenas hace años pueden no serlo ahora. Conocidos los líderes, sus compañías en la lista y programa, interesa y mucho los posibles pactos, sobre todo cuando se vislumbra una intención de voto que alumbrará un escenario muy fragmentado, ajeno a mayorías absolutas. Si a mí me preguntan por posibles acuerdos futuros para poder gobernar, diría remedando al presidente del PPdeOU, que no vale hacer “política ficción y mejor esperar al 28M”. Yo les recordaría a Eclesiastés en la Biblia: “Toda cosa tiene su hora”. Lo que jamás haría es enrocarme, anticipadamente, en una opción, cuando la política es el arte de lo posible. 

Pero muchos de los argumentos y de lo dicho anteriormente, de lo que escriban y hayan expuesto unos y otros, aun tomados como ciertos, choca en muchas ocasiones con lo que desea saber el potencial votante y, además, sin querer esperar. Su papeleta será la que tenga que ser si, no pudiendo gobernar su candidato o su partido, le gusta o no la formación que lo acompañe; y lo desea, ya. Estamos en un momento trascendente, donde todos nos jugamos mucho, existe una desconfianza, incluso erosión, del ciudadano hacia las formaciones políticas, y las fuerzas políticas nuevas, estas que venían a hacer política transformadora y tienen hoy grave problema de credibilidad. Pero ¡preocupante!, la posible abstención debido al hartazgo político, que favorezca las opciones minoritarias o populistas. Para ello no perdamos el tiempo en convencer a los nuestros convencidos y tampoco a los que no se van a convencer nunca. Busquemos en los segmentos de la población que son fluctuantes, con propuestas creíbles, claras y contundentes. He leído por algún sitio, que si la propuesta electoral, no se puede decir claramente en diez palabras no sirve. ¡Tal cual!

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