Opinión

La metáfora del salchichón, Alfonso....

Se dice que la autoría de esta metáfora es de Alfonso Guerra, consistente en “ir cortando rodaja a rodaja el salchichón hasta quedarse con el cordel en la mano”. Y yo le añadiría que, tras cortarlo, comerlo aparte de todo comensal acompañante para comer más. Pero qué lejos queda el todo poderoso don Alfonso, el autor también de la cacareada sentencia, que transcendió en el tiempo, por la que “quien se mueva no sale en la foto”, reconvertida en expresión de terror para cualquier socialista que aspirara a hacer carrera política. ¡Ah!, Alfonso, el paso inexorable del tiempo hizo que muchos de aquellos que ni se movían ni rechistaban ante la foto, hoy no sólo ni caso te hacen que ni te respetan. En esta misma sección de La Región, hace unos días, un columnista prosanchista te dedica, quizás te diagnostica, de “desmemoriado” y te encuadra en “el club de los socialistas del guiñol…”. ¡Guiñol!, Alfonso. No te lo llamo yo, te lo espeta un socialista sanchista.

¡Qué mal Alfonso! Tú, que contribuiste firmemente a modernizar España, ponerla en Europa en igualdad de condiciones y oportunidades, y que también le zurrabas a la oposición, todo hay que decirlo, epítetos nada agradables –tahúr del Misisipi a Adolfo Suárez, por ejemplo-, ya que todo era válido para desalojar al presidente Suárez de la Moncloa; hoy, algunos de aquellos propios se desatan, se mueven, te critican y te metamorfosean de guiñol. Mientras fuiste vicepresidente, a partir del 82, se mantenían, ¡o los mantenías!, firmes en la foto y ante tu persona. Qué poco respeto hacia quien mantuvo a todos sosegados e inamovibles, pero que el inexorable paso del tiempo hizo que la persona perdiera el respeto de los tuyos; amnesia de todo lo hecho por el bien común y el interés general de todos los españoles. Así se las gastan, Alfonso, todos los partidos y partidarios, aunque tratándose de ti y del PSOE, hasta parecería imposible. Y no lo es.

Mientras huye el tiempo, cortando las rodajas del salchichón, me pasa mi amigo José Manuel Fernández un apunte, resultado paradigmático y actual, fruto de ver en Telecinco “El Rey León”. Me apunta a un miserable traidor que planea derrocar al Rey para gobernar en el territorio, aunque todo el país se pudra en la oscuridad y caiga la desgracia para sus habitantes. Para ello se alía con lo peor: las hienas. Resulta tan cercano al progresismo y progresistas de hoy, pero sin progreso. Barreiro Rivas lo describe excelente, como sólo él sabe: “Durante mi niñez se hablaba mucho de progreso y nada de progresismo; ahora de viejo es al revés, sólo se habla de progresismo, como si el progreso no existiese”.

Lo que está sucediendo en estos momentos, Alfonso, mientras recordamos tu metáfora del salchichón y eres acusado de guiñol –a todo se puede llegar- es que bajo el estigma de progresismo y progresista cabe todo con tal de hacerlo diferente y antagónico. Gobernar España, con quienes y gracias a los que sienten y aplican absoluto rechazo a ser españoles, es progresismo y el gobierno fruto del acuerdo personalmente interesado y pagado es ser progresista, porque obedece a la España plural, cuando parte de ese gobierno plural rehúye de España. Pagar dinero de los PGE para obtener escaños y alumbrar ese progresismo, si lo criticas, eres guiñol, Alfonso. ¡Faltaría más! Conceder amnistía bajo generosidad, alivio penal, desjudicialización del conflicto, pacificación de Cataluña o “Ley Orgánica de Amnistía por la convivencia institucional” es progresismo, ¿no lo entiendes, Alfonso?

¡Ay…!, Alfonso. Cuando el discurso de los que están en el poder es el del pragmatismo, la sociedad inevitablemente transfiere su confianza e interés a los que van más allá en sus mentiras. Eres un consumado lector, Alfonso, pero no sé si habrás leído el pequeño y gran libro “El maestro de Barbiana” de Miquel Martí. Al menos sabrías que Lorenzo Milani, nacido en el seno de una familia burguesa, culta, liberal y atea, fue bautizado; porque en los tiempos del fascismo no se veía con buenos ojos dejar sin bautizar a los niños; con el tiempo, hablando de su bautizo, se reiría diciendo: “Fue un bautizo fascista”. Pasando el tiempo, y por distintos avatares de la vida, entró en el Seminario de Florencia para ir a la casa del Padre. Una actitud que respondía al principio revolucionario de “es necesario tener las manos limpias”. Vocación adulta, conversión fulminante. ¡No lo leíste!, seguro, Alfonso. Las personas se transforman.

Te puede interesar