Opinión

LAS CAJAS DE LARON

Al sur de Ecuador, en el centro de la provincia de Loja, existe una comunidad andina en la que sólo habitan personas de baja estatura. Sus miembros sufren un tipo de enanismo conocido como síndrome de Laron, provocado por una mutación en el gen que codifica el receptor de la hormona del crecimiento. Una investigación iniciada en 1987 por un grupo de científicos ecuatorianos y norteamericanos ha puesto recientemente de manifiesto otro sorprendente descubrimiento. El seguimiento, desde entonces, a 99 individuos que padecen tal síndrome ha desvelado que en tan notable debilidad radica también su principal fortaleza: ninguno ha desarrollado a lo largo de las dos últimas décadas diagnóstico tumoral alguno, ni diabetes. Al parecer, tampoco se han registrado muertes como consecuencia de enfermedades crónicas frecuentes, como las cardiovasculares. En definitiva, no se han visto afectados por patologías asociadas a la edad. Y, por lo demás, su estado de salud ha sido, durante este tiempo, completamente normal. Así, pues, la investigación concluye que la misma alteración genética que les ha impedido seguir creciendo también parece ser responsable de que sean inmunes a tres de los grandes males de nuestro tiempo.


Esto me recuerda que existen todavía cinco cajas en España (Caixa Ontinyent, Caixa Pollença, Caja Vital, Ibercaja y Kutxa) que no se han dejado amilanar por lo reducido de su tamaño, o por lo escaso de su presencia física fuera de su ámbito de origen; que no se han involucrado en movimientos de fusión o integración, en ninguna de sus diversas fórmulas; y que no han recurrido, de momento, al esquema de ayudas contemplado en el FROB. Lejos de haberles debilitado, su (posible) conservadurismo les ha vacunado contra los principales males financieros de nuestro tiempo. Así, todas presentan una tasa de morosidad controlada, una ratio de solvencia sensiblemente superior a la media (superan, en conjunto, el doble dígito recientemente exigido al sector) y una exposición inmobiliaria respecto a la inversión crediticia sensiblemente inferior (próxima a la mitad de la observada en las cajas fusionadas). Son, de alguna manera, vestigios de un modelo en vías de desaparición que vienen a confirmar que, también en el mundo financiero, ser pequeño no es necesariamente poco saludable. Son, quizá, las cajas de Laron.

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