Opinión

CUANTO MEJOR, ¿PEOR?

El de las Bolsas de Valores es un mundo en el que uno y uno suman, con relativa frecuencia, alrededor de dos. Que eso no suceda así puede deberse a noticias negativas celebradas con alzas, como sucede con más frecuencia de la esperada. O a noticias positivas cotizadas con descensos, que también se observa a menudo. Este segundo ha sido el caso de las dos últimas semanas, en las que los principales índices -algunos de los cuales, como los norteamericanos y el Dax alemán, rondan máximos históricos- han perdido un quinto de lo ganado desde el inicio del verano, que no era precisamente poco.


En ausencia de catalizadores propios, a este lado del Atlántico los mercados europeos se mueven al son de la batuta norteamericana, al frente de cuya orquesta encontramos inversores temerosos de una intervención de la Reserva Federal retirando los estímulos monetarios que han servido para sostener actividad y confianza en aquel país. Cada mejora del dato de desempleo, situado ya en el 7%, nivel que no se registraba desde finales de 2008, acerca el temido tapering. Lo que, para entendernos, supondría abandonar -de manera drástica o progresiva, esa parece ser la duda- la política monetaria de cantidades. Y dejar de inyectar en el sistema unos 65.000 millones de dólares mensuales que explican la secuencia de un año extraordinario desde el punto de vista de la inversión, pero modesto en lo relativo a crecimiento y mejora del bienestar.


Aunque todavía es amplio el margen para innovar, como hemos tenido ocasión de exponer desde esta misma tribuna, entre los más ortodoxos de la política monetaria norteamericana arrecian, desde hace meses, las dudas sobre la eficacia de dar continuidad a las medidas hasta ahora calificadas de excepcionales entre los bancos centrales occidentales: por reiteradas, han derivado en una suerte de doping financiero. Lo que hace, a su juicio, aflorar un profundo desequilibrio entre los beneficios a corto plazo de mantenerlas y los costes que a medio y largo plazo pudieran ponerse de manifiesto por haber llegado (quizá) demasiado lejos en su utilización. En cualquier caso, con un sistema financiero apenas recién salido de la UCI, las prioridades del BCE debieran de ser claras: estabilidad financiera y recuperación económica. Aunque para ello sea preciso continuar con el placebo.

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