Opinión

DON CARNAL? Y DOÑA CUARESMA

España es un carnaval. Pero no porque esta explosión de farsa, desfachatez y juego alcance justo ahora su máximo apogeo. Sino por el atuendo que, desde hace demasiado tiempo, viste un país regido por élites disfrazadas. Con las múltiples lecturas que de esto podemos concluir. Así, usan máscara los que pretenden transformarse, para mejorar o, simplemente, pasar desapercibidos. Pero también aquellos que, sin distinción, se esconden y rehúyen responsabilidades. Y, peor aún, los que ocultan un rostro que sus propios portadores temen.


A lo largo de los últimos meses, nuestro país se ha visto envuelto en una vergonzosa vorágine de escándalos de corrupción política y empresarial, a cada cual más grave, que -habiendo salpicado todas las sensibilidades políticas y estamentos institucionales- amenazan ahora con socavar pilares de nuestro particular modelo de convivencia. Detrás de esa máscara hay una élite sumamente irresponsable que nos enfrenta, una vez más sin ponderación, al debate entre la fiesta y el duelo. Una encrucijada que parece hallarse en el tuétano de nuestra esencia histórica y sobre la que abundan referencias alegóricas entre las que podríamos rescatar, para la ocasión, uno de los más conocidos episodios del Libro de Buen Amor (1330) de Juan Ruíz, Arcipreste de Hita. O, mejor aún, El combate entre don Carnal y doña Cuaresma del pintor flamenco Pieter Brueghel, apodado 'El Viejo'. En este óleo renacentista, pintado en 1559, que aconsejo visitar en el Museo de Historia del Arte de Viena, figuran representados una multitud de personajes de clase rural mientras celebran un acontecimiento. A la izquierda, una posada: la diversión, la desmesura, el goce, el exceso y la cerveza. A la derecha, una iglesia: el recogimiento, el compromiso, la devoción, la pena y la mortificación. En resumidas cuentas, el contraste de dos aspectos de nuestra vida contemporánea que, a diario, enfrenta a los que parecen vivir un carnaval perpetuo con los devotos que aceptan con resignación la cruda realidad y cumplen con el ayuno que impone la cuaresma. Como si sólo fuera posible optar entre la carne y las verduras. Cuando sabemos que son más nutritivos los menús equilibrados, y que detrás de una generación de cocineros espera, sin duda, la siguiente.

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