Opinión

LA HUCHA DE EUROPA

La aparente irracionalidad del valor otorgado al dinero es uno de los vértices de la crisis. En poco más de un año, el transcurrido entre el verano de 2007 y noviembre de 2008, la Reserva Federal norteamericana (Fed) redujo el tipo de interés de referencia del dólar desde el 5,25 hasta el 1 por ciento. A comienzos de 2009 sumaría un impulso adicional a aquella política de recorte, para situar el precio del dinero entre el 0 y el 0,25 por ciento; niveles sin precedentes en la historia de una institución, que optaba -así- por renunciar a toda gestión convencional de la política monetaria. Lo que planteó un interrogante, al que no es ajeno Japón, acerca de la efectividad de rebajas marginales de tipos de interés próximos a cero a la hora de impulsar la recuperación de la actividad y el empleo.


Lejos de aquella arquitectura que la Fed ha decidido mantener intacta hasta 2013, el Banco Central Europeo (BCE) ha optado por congelar los tipos de interés del euro en el nivel fijado en la anterior reunión de su Consejo de Gobierno. En la práctica, el BCE facilita financiación a un coste neto prácticamente nulo; concretamente al 0,75 por ciento, por ser ésta la diferencia entre el 1 por ciento que exige por prestar y el 0,25 por ciento que remunera por tomar prestado. En cualquier caso, por debajo de la inflación (2,7 por ciento en 2011) y, en consecuencia, recibiendo a vencimiento menos de lo entregado, sin que -hasta la fecha- se haya podido demostrar su bondad a la hora de reactivar el crédito a familias y empresas.


Con todo, si sorprendente resulta prestar gratis, más asombroso se antoja cobrar por pedir prestado, como le sucederá a Alemania dentro de medio año. Su Tesoro acaba de adjudicar deuda a un tipo de interés nominal negativo: concretamente, cerca de 4.000 millones de euros en letras a seis meses al -0,012 por ciento. Con una demanda, además, significativamente superior a la oferta. Lejos de carecer de atractivo, por su escasa rentabilidad frente a la de vecinos con similar riesgo e idéntica moneda, los títulos alemanes se han convertido en el máximo refugio frente al temor de los que prefieren pagar por poner el dinero a buen recaudo, pero en Alemania; la hucha de una Europa sobre la que ya son multitud los que descuentan un cataclismo.

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