Opinión

NO ES LA LIQUIDEZ

A veces, cuanto peor, mejor en renta variable. Así, en sólo dos semanas los índices se han revalorizado en torno a un 10%. Y lo han hecho conforme se acumulaban sorpresas negativas en la publicación de distintos escenarios macroeconómicos, incluido el de Alemania. El motivo: la expectativa de una intervención sin precedentes del BCE, para -con la inflación controlada- tratar de contrarrestar la debilidad económica de la eurozona, a la que no es ajeno su núcleo. Finalmente, Mario Draghi ha optado por más de lo mismo: financiación ilimitada (hasta julio de 2014) y algo más barata (0,50%), pero a la banca. Medidas que llegarán tremendamente desdibujadas a pymes y hogares, como se viene demostrando desde hace tiempo. Y que sólo sirven para disimular la agonía del mercado interbancario, que ha dejado de ser un referente de la financiación bancaria en Europa, por inoperativo.


El problema no radica en la liquidez, ni en su coste primario. No obstante la reticencia europea a la expansión cuantitativa del balance del BCE, ésta era, a finales de 2012, similar -en términos relativos- al de la Reserva Federal norteamericana, y ambos equivalentes al 20% del PIB respectivo de referencia; porcentaje que sólo superaba el Banco de Japón, con un balance comparable al 35% del PIB de aquel país. Aunque en momentos diferentes, con intensidades diferentes y persiguiendo finalidades también diferentes, los reguladores de las tres principales áreas monetarias del mundo han aplicado una estrategia de sustancia similar: inyectar liquidez.


Liquidez que no circula en Europa, como demuestran, entre otros, dos fenómenos especialmente próximos. Aunque carente de retribución alguna, durante el pasado mes de marzo (último disponible), el conjunto de las entidades del Eurosistema depositó en el instituto emisor 134.277 millones de euros. A los que sumar alrededor de 291.000 millones en billetes de 500 euros; los favoritos para quien opera desde el anonimato o, simplemente, al margen del fisco. En conjunto, unos 425.000 millones sin apenas reflejo en la economía real que, además, comprometen el 22% del balance del BCE. O, lo que es lo mismo, una quinta parte de su esfuerzo. Parece llegado el momento de situar en el debate la conveniencia de los segundos y la necesidad de penalizar determinado tipo de ahorro, con tipos de interés negativos. Porque no es en la liquidez, sino en los incentivos a la circulación de la liquidez, donde radica el problema.

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