Opinión

PÁJARO EN MANO?

En lo financiero, la semana arrancó en España con la noticia del acuerdo alcanzado entre Repsol y la nueva dirección de YPF, en relación a la compensación por el expolio de la segunda que sufrió la primera. La bolsa lo celebró de manera inmediata, impulsando en un 4% la cotización de la petrolera española. Y también su Consejo de Administración, que lo refrendó por unanimidad. Con todo, no parece un buen acuerdo para los accionistas de Repsol: la compañía recupera sólo la mitad de lo que reivindicaba, además pagadero en papel -bonos argentinos- cuyo largo historial de impago bien merece el descuento de, al menos, otro 50%. Cierto es que el horizonte judicial se anunciaba demasiado largo y complicado. Pero también que las perspectivas eran favorables; que la compañía presenta ahora mejores números que con YPF; y que su cotización se había revalorizado alrededor de un 75% desde la expropiación. Un contexto teórico a priori adecuado para exigir con valentía compensaciones justas y defender los intereses de los accionistas minoritarios.


Entre un mal arreglo presente, de cumplimiento diferido, y la posibilidad de un buen pleito futuro, el equipo negociador ha optado por el primero, en la línea de una famosa máxima jurídica y del sanchopancesco 'más vale pájaro en mano que ciento volando'. Y en contra de lo que pregonan los modelos financieros más usuales de elección intertemporal, para los que la opción preferida es aquella que maximiza el valor actual de las utilidades esperadas, presentes y futuras, descontadas a una tasa. Claro que, por racional que sea, no es precisamente éste el comportamiento observado en el mundo real, donde -a igual grado de certidumbre- prevalecen, por lo general, las opciones que se presentan en el futuro más cercano sobre aquellas que estimamos distantes, aún cuando su valor actual resulte menor y las instituciones financieras modernas hagan posible promesas de cumplimiento diferido.


Además, siendo el de Repsol e YPF un contencioso de orden económico y financiero, presenta vértices indudablemente políticos y diplomáticos. Amén de los industriales, como se ha terminado demostrando en una secuencia que, pasando por la adquisición del 51% de Barreras por parte de Pemex, pudiera tener continuidad en otros sectores. Sólo así se explica que un problema corporativo se haya resuelto con un pacto del que han participado más representantes políticos -de Argentina, España y México- que empresariales.

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