Opinión

Sentinazo laboral

Las consecuencias del desastre ecológico provocado en 2002 por el Prestige en el litoral gallego, como las del Exxon Valdez en Alaska (1989) o del Erika en la Bretaña francesa (1999), entre otros, ocuparon durante semanas portadas y titulares en todo el mundo. Existe otro tipo de vertidos que escapan a la notoriedad mediática: los de deshechos oleosos, o sentinazos, que provocan los buques que limpian en el mar sus tanques de carga, o sentinas, en lugar de hacerlo en instalaciones portuarias. Se estima que, no obstante la normativa internacional que lo previene, se vierten al mar alrededor de 20 millones de toneladas anuales de residuos oleosos en todo el mundo. Algunos estudios aseguran que estos derrames multiplican por diez los de hidrocarburos en accidentes como los citados. Y que sus consecuencias son mucho más graves.

Detrás de tan deplorable práctica se encuentra su gratuidad, sencillez y escasa visibilidad. Y, para lo que nos ocupa, un extraordinario parecido con nuestra deriva laboral. De acuerdo con el último informe trimestral de empleo y situación social de la Comisión Europea, publicado esta misma semana, España fue el cuarto país de la UE donde se anunciaron más despidos masivos en el tercer trimestre de 2012, con 10.594 trabajadores afectados por reestructuraciones de grandes empresas. Magnitud similar a la de países tan dispares como Suecia (10.319) o Italia (9.619), cuyas tasas de paro (8,1% y 11,1%, respectivamente, según Eurostat) distan sustancialmente de la española (26,6%). En el mismo período, el número de parados se incrementó en España en 90.010 según el Servicio Público de Empleo. O en 85.000 con datos de la Encuesta de Población Activa. En definitiva, el desempleo que escapa a las portadas es siete veces superior al que las copa. Y corresponde, en buena medida, a un uso abusivo de la última reforma laboral. Una reforma que prioriza la extinción del contrato sobre el favorecimiento de la contratación, por el pánico de nuestras pymes a hacerlo de manera indefinida. Y que perpetúa el despido como piedra angular de las relaciones laborales. El caso es que no ha generado, de momento, empleo. Quizá porque esta prerrogativa compete a la iniciativa empresarial; porque ser autónomo supone exponerse al vapuleo; o porque, como refleja el informe Doing business 2011 del Banco Mundial, España es uno de los 20 países donde más sencillo resulta extinguir una empresa, mientras ocupa el lugar 147 de 183 en lo relativo a la dificultad para constituirla.

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