Opinión

VADA A BORDO, CAZZO!

Pocas noticias ilustran de mejor manera el grado de deterioro económico de España como el rocambolesco naufragio que ha protagonizado el crucero Costa Concordia, precisamente en el mar Mediterráneo, frente a la isla italiana de Giglio. Una simple maniobra de acercamiento al litoral, al parecer imprevista, ha provocado todo un desconcertante desastre fundamentalmente humano -al menos 11 personas han muerto y otras 28 continúan todavía desaparecidas-, pero también técnico, ambiental, e incluso de orden moral y ético.

Por temor a la intervención de la Capitanía de Puerto, por mera ignorancia, o simplemente queriendo negar la realidad, en el tiempo crucial que sucedió a la colisión, el comandante mantenía con cierta insistencia que se trataba de un simple apagón, y que la nave continuaba a flote. El resultado final es bien conocido: abandono de la autoridad doméstica, desconcierto generalizado y una permanente sensación de improvisación, hasta en lo relativo al más mínimo protocolo de emergencia. Despojado de quien de manera tan torpe lo ha guiado hacia rocas que figuraban en las cartas de navegación oficiales, el Costa Concordia es hoy una cubierta de reposo y prosperidad encallada a babor. Esto es, a su izquierda.

Varada a escasos metros de su meta, la nave corre ahora otro riesgo: el de deslizarse hacia el abismo y caer a una fosa de mayor profundidad. Lo que daría por concluida toda esperanza de recuperación, e incrementaría el número de vidas e ilusiones arrojadas por la borda. Cualquier maniobra de rescate depende de su previa estabilización en medio del oleaje del invierno y de un mar de incertidumbre, quizá surcado por algún tiburón egoísta, codicioso y carente de escrúpulos. Condiciones que hacen insuficiente abrochar el salvavidas y achicar agua para salir a flote, enderezar el rumbo y desplegar velocidad de crucero, como creía el tristemente célebre comandante. Es tiempo de dirigir un barco nuevo. Para lo que será preciso disponer de la mejor técnica, ideas, coraje y precisión. Y de una pequeña dosis del ya popular “vada a bordo, cazzo!”.

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