Opinión

ME GUSTA, NO ME GUSTA

Hoy casi todo el mundo conoce cómo funciona la red social 'facebook', y sabe que ante cualquier comentario, enlace o fotografía, tiene la posibilidad de hacer 'clik' en la opción 'me gusta' para expresar precisamente eso, que le agrada lo que alguien ha colgado o expresado en la red. Bien, pues imaginándome que estoy ante la página social, y que voy observando lo que en ella los usuarios han publicado, también voy expresando mi gusto o disgusto ante lo que veo, porque de todo hay. Así que vamos allá: Me gusta. Sí, me gusta el policía que, por problemas de conciencia, se niega a sacar por la fuerza a la mujer desahuciada de su casa porque no puede pagar el préstamo al banco. Me gusta el poder que tiene la buena conciencia. Y no, no me gusta el presidente del banco que se opone a la modificación de la ley hipotecaria porque, dice, así se favorecería el impago. No me gusta esa indecencia. Me gusta en cambio el teatro que regala las entradas a cambio de comprar una zanahoria, para así evitar a los espectadores el IVA del 23% sobre el precio de la entrada. Me gusta la imaginación solidaria en tiempos de crisis. Y no, no me gusta enterarme de que los bancos, los mismos que ejecutan préstamos a familias, condonan deudas a partidos políticos, porque dicen, 'no es caso de ponerse a embargar un partido, una corporación local o una empresa clave para un municipio'. No me gusta que nos tomen por imbéciles.


Me gusta, y mucho, que la gente alce su voz, proteste, venza su pereza, se levante del sofá puesto delante del televisor, salga a la calle y grite que este no es el camino. Me gusta la desobediencia civil, la que no es violenta. Y no, no me gusta el que apela a la responsabilidad ajena (nunca a la propia) para silenciar críticas, el que dice que ahora no es el momento, que estamos dando muy mala imagen. No, no me gusta su imagen. Me gusta ver a gente de toda ideología clamando contra las injusticias, sin más ligazón que el férreo sentimiento solidario. Y no me gusta el político que hace bandera del sentir ciudadano, y al llegar arriba olvida pronto lo que tan rápido les prometió. No, no me gusta el aprovechado.


Me gusta, me encanta la gente que sabe reírse de sí misma, que pese a todo no desfallece, la que nunca pierde la esperanza, la que siempre tiene reservada una sonrisa para el que lo necesita Me gusta la gente con ganas. No me gusta, no me gusta nada el que, por obedecer consigas de partido o jerarquía, no dice lo que piensa, y en cambio piensa mucho lo que dice, no vaya a ser que lo que dice y piensa sea, cómo decirlo, contrario a las consignas oficiales. De esto saben mucho los partidos.


Me gusta, me gusta comprobar cómo los abuelos tratan de no quedarse atrás en este mundo tecnológico, le piden a sus hijos que les enseñen cómo va eso de internet, y se informan, participan en foros, debaten, protestan y hasta son capaces de apoyar las reivindicaciones de los jóvenes si lo consideran de ley, justo después de ir a buscar a sus nietos a la salida de colegio. Qué sería del mundo sin los abuelos. Pero no me gusta el que se mofa de ellos, el que desprecia sus consejos, el que no valora su esfuerzo de adaptación a estos tiempos tan cambiantes. Me gusta comprobar que la gente no se retrae, que es posible votar más allá de las urnas, y que existe lucha fuera del parlamento. Pero no me gusta el que amordaza, tan solo por no disgustarse, y por no tener que escuchar lo que a buen seguro no le gusta.


No me gusta este tiempo de crisis y la cantidad de tragedias personales que está dejando a su paso en la cuneta. Pero me gusta advertir que, al menos, ha despertado de su sueño a muchas conciencias amilanadas.

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