Opinión

Hoy es "Black Friday"

O viernes negro, para ser más exactos. ¡Como si su traducción fuese tan difícil! Así que, ¡ea!, hoy es viernes negro. Esta «fiesta» (¿fiesta para quién?) tiene un origen yanki y se celebra en Estados Unidos justo el día después de Acción de Gracias (o para los amantes de anglicismos y demás cursilerías, después del Tahnksgiving Day, puestos a ser pedantes seámoslo con todas las consecuencias) y significa, de hecho, el comienzo de la temporada de compras navideñas en el país más consumista del mundo. Y como por estos lares sentimos especial querencia a todo lo que huela a norteamericano, desde unos pocos años a estas fechas se ha ido implantando esta moda comercial, primero en compras a través de internet y luego en las efectuadas de forma presencial. 

La pregunta que se hacen muchos es si este viernes negro resulta rentable o no para el pequeño comercio tradicional; en Estados Unidos este día de compras intensivas tiene cierto sentido (aunque las compulsiones nunca son buenas, y menos cuando afecta al dinero que tanto cuesta ganar) porque allí, al ser el viernes posterior al día de Acción de Gracias, que es, junto a la Navidad, el día más familiar para los norteamericanos, ese puente de cuatro días lo aprovechan las familias reunidas para adelantar las compras navideñas. Pero aquí no tenemos Acción de Gracias (no sé si algún día, visto lo visto), por lo que se trata de un día aislado en el calendario en mitad de la nada que, por un lado paraliza, o al menos ralentiza las compras regulares que la gente hace en temporada (si quieres comprar un objeto o prenda, esperas a ese último viernes del mes de noviembre para conseguirlos con buenos descuentos), y por otro lado tampoco cubre las necesidades de la Navidad, pues solemos apurar estas últimas compras hasta el 24 de diciembre o hasta el 5 de enero, según costumbre de cada cual. El caso es que el negocio que se quiere sumar a este viernes negro ha de anunciarlo con la debida  antelación, lo que provoca que su potencial clientela no pise su local hasta el día señalado, día en el que el comerciante ha de aumentar sus costes de producción alargando la jornada de apertura, teniendo que abonar horas extras y debiendo ofrecer, para ser competitivo, grandes descuentos que reducen considerablemente su margen de beneficio (hablo, naturalmente, del pequeño comercio). Que cada uno haga sus cuentas y saque sus propias conclusiones.

En cualquier caso, hoy las calles de la ciudad rebosarán animación y nos invadirá una suerte de fiebre consumista que desaparecerá seguramente mañana, pues hay que hacer peto (quien pueda) para la Navidad; el sentido común exige prudencia, y es que a veces compramos lo que no necesitamos y nos dejamos llevar por la vista más que por la razón. Y puestos a pedir, no duden en ayudar al comercio local, al de nuestra ciudad, al del vecino de toda la vida, al que le cuesta Dios y ayuda prolongar el horario de apertura para poder sacarse una perras, aunque sabe de sobra que nunca podrá competir con los fabulosos márgenes de las grandes cadenas. Al menos denle la alegría de pensar que algo habrá merecido la pena sumarse a este «viernes negro».

Somos como esponjas ante toda tendencia que nos viene desde el «yuesei»; nos quedan pocas costumbres, hábitos o modas que no hayan sido inculcados por su avasallador poder de influencia. Algunas, he de confesarlo, para mí son irresistibles: frente a un Levi`s bien llevado no hay otro pantalón que se le resista (opinión, ésta,  personal e intransferible); otras en cambio provocan serias dudas sobre sus ventajas. El «viernes negro» es una de ellas. En cualquier caso, cada uno es muy libre de participar o no. Faltaría más. Disfruten.

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