Opinión

LLenar una página en blanco

Vaya por delante que no he leído ni una línea de ninguno de los tres libros. Tampoco pagué la entrada para ver la adaptación cinematográfica de ese folletín a lo Corín Tellado, pero con pretensiones eróticas que, a decir de alguno (y sobre todo de muchas), se queda en agua de borrajas. Hablo de la “famosa” trilogía “50 sombras de Grey”, que en su día causó inaudito furor sobre todo entre el sexo femenino y que, resumiendo de modo ramplón y según me han contado, narra las experiencias de una ingenua chica rendida ante los encantos de un atractivo ejecutivo que la expone a prácticas sexuales sadomasoquistas, bondage, sumisión y demás, pero en plan light, non vaia ser o demo que al personal se le vaya la mano y tengamos una desgracia. Me acuerdo que el año del lanzamiento de estas novelas paseabas por la playa y veías por doquier muchísimas mujeres tumbadas en la toalla o sentadas en la silla enfrascadas en su lectura, tan absortas, que ya podía estar el niño ahogándose en el agua o torrándose bajo el sol sin protección, que ella seguía a lo suyo, y nada podía traerla de vuelta de su aventura particular y cachonda.

La historia tenía su punto lastimero, pues daba pena ver al lado de la susodicha al pobre de su pariente hecho un murrias, con gesto que iba de lo mohíno a lo despechado, pues si ahora se devanaba los sesos pensando qué podía tener aquel tipo pijo y chulesco que él no tuviese, y por qué su esposa últimamente andaba como ausente, y en cambio luego se exploraba a sí mismo desde la calva hasta las pantorrillas rosadas, pasando por la barriga fofa y prominente, y esto y querer morirse era todo uno; y entonces solo le restaba ahogar sus penas en el chiringuito playero, cebando un poco mas su cuerpo orondo y humillado En fin, aquellos hombres derrotados, no por un ser de carne y hueseo, sino por un espíritu, una fantasía, una ensoñación, tardarían tiempo en levantar de nuevo su ego, y seguro que hubo algunos que ya no pudieron levantarlo jamás.

Me he liado con ese asunto porque ayer escuché en un telediario que se acaba de poner a la venta en España el cuarto libro de esta colección. Se titula Grey, a secas. Y vuelve sobre la relación seudotórrida entre el tío que se las sabe todas y la pobre infeliz, pero ahora contada, no desde la visión fascinada de la chica desarmada, sino desde el prisma masculino de la posesión anuladora ejercida por él sobre ella. Eso dicen al menos las pocas reseñas que he leído al respecto. Me importan un carajo, la verdad, los desbarres del tipo en cuestión, pero si les digo esto es porque, sea por error, sea por estrategia comercial, el caso es que el libro viene con la página 421 en blanco; la editorial ha salido al quite y ha prometido una nueva edición para subsanar el error.

Pero a lo que voy: ¿Qué significa realmente esa página en blanco? ¿Ha sido un error? ¿No esconderá, quizás, la clave secreta, escrita en tinta aparentemente invisible al ojo humano, para alcanzar el ansiado éxito en el tormentoso campo sexual? ¿Qué pensará ella al llegar a esa página? ¿Querrá continuar con el juego servil, atada, esposada, al que la ha venido sometiendo en las páginas anteriores el aprendiz torpe de Sade? ¿No es verdad que todos tenemos un ligero punto masoca que, de vez en cuando, sacamos a pasear? ¿Pero qué pasa si no es ella sino él quien, ávido por conocer la versión masculina de la lujuriosa historia, se zambulle en la lectura de este cuarto libro? ¿Cómo rellenará esa página en blanco? ¡Vaya! Puede que, a modo de venganza, recree una escena en la que ella, hermosa y de cuerpo escultural, caiga rendida a los encantos del calvo y panzudo macho porque, en el fondo, lo que le ponen son las lorzas con las que juguetea cuando a ambos se les sube el sexo a la cabeza. Disfruten.

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