Opinión

Rebelión en palacio

En el Salón de los Espejos el ambiente era de extrema tensión. A salvo las dos niñas que jugaban despreocupadas y correteaban alegremente escondiéndose detrás de la columnas que circundan la estancia, el joven matrimonio discutía entre sí, procurando en todo caso no levantar demasiado la voz para que el chambelán, discretamente situado de pie en una de la esquinas, con su uniforme impecable, la mirada ausente al frente y el gesto hierático e impenetrable, no alcanzase a escuchar los reproches que apenas llegaban a serlo, más bien gatescos gemidos que ella le dirigía a su príncipe azul, quien a duras penas podía contener la calma, pues maldita la culpa que tenía él de todo aquello. “¿Y ahora qué va a pasar? - le preguntaba ella -, ¡es que no me lo puedo creer!; siempre se dijo esto y lo otro, siempre se rumoreó que si en el bungaló de la nieve, que si en la Costa Azul, pero nunca pensé que llegaríamos a esto. ¡Es que son como dos gotas de agua! Dime, cari, ¿qué va a ser de nosotros si al final resulta que es cierto y le dan la razón a ese bastardo? Bueno, lo de bastardo no va con segundas... aunque ahora la palabra venga al pelo, jejeje. ¡Ay, por favor, que ya no sé ni lo que digo! ¡Qué bochorno para nosotros y para nuestras pobres hijitas, con lo bien educaditas que están y lo dulces que son!”. “Querida, no adelantemos acontecimientos –respondió él en tono grave y con gesto ligeramente desabrido– te aseguro que yo sigo confiando en el prestigio del que ha gozado nuestra sagrada institución durante siglos en esta gran nación, y en que los jueces sabrán ponderar...” “¡Ja, los jueces! Fíate tú de ellos a estas alturas. Como le toque a tu padre uno de esos ácratas de melenas, rojeras y republicanos, verás la que se va a liar cuando salga la sentencia. Y en cuanto a lo del prestigio...¡ay, maridín, qué iluso eres!; menos mal que no se convoca un referéndum en España sobre esto, que si no el escándalo de lo de Podemos iba a quedar en pura anécdota. Cari, es que entre lo de nuestros cuñados, lo de las cacerías y eso de la inviolabilidad, hay mucha gente que está un pelín cabreada. ¡Y eso es lo que me irrita, cuchi!; justo ahora que nosotros, jóvenes, guapos y divinos, envidia de la realeza europea, estábamos levantando el buen nombre de la institución, viene ese advenedizo y... pero calla, calla que ahí viene tu padre. ¡Ay, por favor, qué mala cara trae! Si es que está de un desmejorado... y con esos andares de cojitranco...”.

La presencia del padre obligó al hijo a olvidarse de las irritantes palabras de su esposa, que lo habían sacado de sus casillas. Solo la gravedad de lo que el Jefe de la Casa tenía que anunciarles mereció el silencio del matrimonio, aun cuando ella no se libró de la mirada furibunda del esposo: “Hijo, querida, os he convocado porque hay una cosa que debéis conocer...” “Lo sabía, es que lo sabía”, dijo ella en tono histriónico. “¿Por qué no te callas? -le espetó su marido-, sigue, papá”. “Gracias, hijo; lo que quiero decir es que hay un malvado que dice ser mi primogénito, y me ha demandado ante el Supremo”. “Pero, papá, eso no tiene ningún sentido, ¿verdad?”. Un leve carraspeo del chambelán, quién sabe si espontáneo o intencionado, rompió el silencio incómodo que sobrevolaba el salón. Después de unos instantes eternos, el padre volvió a hablar: “Hijo, si al final todo esto sale mal, quiero que sepas que tú para mí siempre serás el favorito, el heredero en quien siempre quise delegar mi reino”. “¡O sea, que es verdad! – gritó histérica la esposa -; cariño, o sea, imponte de una vez, que eres muy blando. ¡Yo me casé con el futuro rey de España! ¿Atado y bien atado? Ja!”

PD.- Cualquier parecido entre este cuento y la realidad es pura coincidencia. O no. Quién sabe.

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