Opinión

Usted, yo, y demás 'pringaos'

Se acuerdan cuando se nos dijo tozudamente por activa y pasiva que el rescate bancario no era tal, sino solo la apertura de una línea extraordinaria de crédito, como un préstamo a bajo interés concedido por la troika comunitaria? Dicho y no hecho: la concesión de esas ayudas a la banca española quedó supeditada a la imposición de brutales medidas de ajustes y de recortes sociales que cayeron como una losa sobre el ciudadano de a pie, condición ineludible para que el auxilio financiero fuera aprobado. ¿Se acuerdan también cuando se nos dijo que ese rescate bancario (ya no había reparo en llamarlo así) no influiría en las cuentas públicas y que, por tanto, no se apuntaría en rojo en el debe contable de cada uno de nosotros? Otra vez dicho e incumplido: esa ayuda bancaria se ha de contabilizar como déficit público, y usted y yo y demás pringaos lo estamos devolviendo religiosamente a base de recibir menos servicios públicos gratuitos, o pagando por lo que antes no se pagaba, sino que se sufragaba con los impuestos que, no lo olvidemos, ya habíamos pagado. Y a lo mejor también se acuerdan cuando se nos repitió que, bueno, vale, esa ayuda bancaria computa como déficit público, pero no se preocupen, porque va a servir para que bancos y cajas vuelvan a abrir el grifo del crédito a la economía productiva, esto es a autónomos y pymes, que ahora se ven asfixiados y están pagando el entuerto de los grandes especuladores bursátiles y evasores fiscales. Pues no, otra vez lo dicho era mentira, y los propios bancos le enmiendan la plana al gestor público (ahí está la cuna del mal, en el servilismo de la política a las finanzas), y sus presidentes dicen con la boca pequeña y sonrisa aviesa que, por ahora, la cosa sigue chunga para eso de financiar negocios y proyectos, por eso vuelva usted por aquí con su ilusión bajo el brazo en el 2015, a ver entonces qué podemos hacer.


Pero no todo iban a ser malas noticias. Y así, dado que los españoles nos vimos convertidos de la noche a la mañana en inversores en entidades bancarias ruinosas, muchas de ellas convertidas en cuevas de ladrones y cunas de favores, seguro que también se acuerdan de que se nos prometió que nunca se perdería el dinero metido en ellas, sino que, una vez lavada la cara de esas cajas de ahorros y expulsados los mercachifles que se sentaban en sus consejos, se venderían en el mercado al mejor postor, pero nunca por debajo del dinero público (de usted, mío, y de los demás pringaos) invertido en ellas; y si se podía sacar con su venta una rentabilidad extra, pues mejor que mejor. Sí, seguro que se acuerdan de esto. Por eso a algunos les rechinarán los dientes y se ahogarán en bilis cuando piensen en que NCG Banco (amalgama de las antiguas cajas gallegas) se ha vendido por 1.000 millones a pagar en comodísimos plazos, después de haber invertido en su “rescate” más de 9.000. O sea, para que nos entendamos, usted, yo y demás pringaos, hemos perdido en un visto y no visto en esta operación ocho mil millones de euros. Toma ya. Pero claro, como no se consuela quien no quiere, nos han dicho que esa era la mejor oferta, que mejor algo que nada, y que en todo caso los nuevos dueños no acometerán cierres de oficinas ni despidos en masa. Por eso supongo que lo que se publicó estos días sobre el ERE de la plantilla es una broma de mal gusto. ¿O no?


¿Se acuerdan de todo esto? De aquella línea extraordinaria de crédito que en nada nos afectaba, a esta vergonzosa venta a pérdida, cuántas mentiras y cinismo. Por eso, queridos reyes magos, gracias por hacernos olvidar hoy a usted, a mí y a demás pringaos esos aciagos recuerdos.


Disfruten de la ilusión de este día con los suyos.

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