Opinión

Acisclo, viento que habla

Asentado está Acisclo en aguas tranquilas. Aquellas vigas y maderas extraídas de los decimonónicos pisos de aquel museo arqueológico de D. Xesús Ferro un día en obras con las que comenzó, como aquella de O Volter, fueron los antecesores, con sus leves relieves, de sus hojas cerámicas, apenas alteradas en su lisa textura. La tierra cerámica ibicenca, dúctil y clara es, desde su descubrimiento en compañía del pintor Quessada, su material expresivo predilecto.

Es el rostro uno de sus soportes recurrentes. Con formas, más que perfiles, abre ritmos en la materia de una manera semejante a los cuerpos que avanzan por la llanura un día de niebla. El dibujo en ellas apenas es necesario, en una expresividad gestual que desmaterializa las formas. Sus rostros cuentan, y hablan de la levedad desde la fugacidad de sus movimientos, formas que flotan, sin pies ni manos, y que al acercarse a la membrana que separa su mundo del nuestro las atrapa. Luego, Acisclo las fija en los barros. ¿Es la figura que flota llevando un quinqué apagado en el cuadro del Guernica su fuente? La forma, repetida una y otra vez por el escultor orensano, revela su energía indestructible.

El tronco humano, sin más, es el otro elemento del cuerpo que utiliza con reiteración. Torsos femeninos por su haz, casi siempre, tan gruesos como pesadas colchas de lana. Ellos son como las codias de mi Pandecea natal, 'arrecendentes poias coa fenda central que semella un sensual escote', amasadas por sus pequeñas manos y cocidas por el sol en el horno del tiempo. De ellas extrae un recuerdo de vida. En ocasiones tienen cabezas, en otros casos son cabezas, adjetivadas por una poderosas pluma o penacho. Mas son sus relieves curvilíneos por arbóreos que, matizados por los claros colores contrastados, nos convidan.


El textil

Es reciente en su elenco lo textil. Colchas y manteles son su inspiración, que extiende con regulares formas cerámicas ante nuestros ojos. Son, en sentido estricto, lo que llama paisajes, por las incisiones de la superficie, con leves asimetrías.Estas obras están llamativamente ausentes del catálogo, con lo que se hurta a la contemplación el fundamento de la muestra, pues catálogo no es más que eso. Incompleto en su centro, pierde su función.

En suma, un reencuentro con lo conocido de A. Manzano, la massa foliatilis sobre temas corporales, a veces volumétrica, a la que se incorpora el novedoso hojaldre matérico textil que enriquece la temática de un feliz artista quien, según confesaba a I. Hernández en reciente entrevista en La Región, siente que ha llegado ahora el momento de convertirse en escultor (sic), comentario que se debe ponderar en su adecuada medida.

Un lejano día, por fin, el viento -su viento- hollará la historia. Mientras, su producción plástica reciente está reunida en la doble sala expositiva de Caixanova estos primaverales días.

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