Opinión

Tres días de aburrimiento

A un colega, excelente periodista, le apasiona tanto la política que hace unos años acudió a un pleno en el Parlamento nada más salir de un durísimo tratamiento médico. Asistiría hasta con el gotero a cuestas, aunque era la época en la que merecía la pena pagar una entrada por ver cómo Manuel Fraga y Xosé Manuel Beiras se zurraban con argumentos acerados. 

El hombre continúa en activo, pero ha perdido la emoción por la farragosa aunque necesaria actividad parlamentaria. Incluso le debe de provocar cansancio la propuesta de alargar los plenos a tres días en vez de dos, como propone Francisco Jorquera para no acudir al Tribunal Constitucional por el recorte a BNG y AGE de iniciativas y preguntas al presidente que pasan a la bancada del grupo mixto.

En una sociedad en la que triunfa el pijama de leopardo de Belén Esteban hasta agotarse en las tiendas, sus señorías representan como una fotocopia al pueblo que los ha elegido, pero eso no quiere decir que sus actuaciones en la Cámara gallega levanten al personal del asiento. Tampoco sucede en el Congreso de los Diputados. Con la excepción de las descalificaciones que el desatado Beiras le propina a Núñez Feijóo y al grupo de los populares y los aguijonazos que el presidente le sacude al portavoz de AGE, lo que sucede en el Hemiciclo difícilmente pasa del breve en un periódico o de unos segundos en cualquier informativo. Y no pasa porque no le interesa a nadie o a casi nadie, que no es lo mismo pero es casi igual. Puede que algún lector incluso se haya bajado ya de esta columna. 

La propuesta del BNG que presentó Francisco Jorquera sería plausible si los parlamentarios nos regalasen una oratoria con pegada, si escuchásemos propuestas que ni una mayoría absoluta fuese capaz de rechazar porque la razón es innegociable o si la fiscalización al Gobierno de la Xunta sonrojase al presidente y a sus conselleiros. 

Mientras eso no suceda y sus señorías continúen protagonizando un griterío impropio de la casa que nos representa a todos, alargar el aburrimiento a tres días no lo soportaría ni el apasionado colega periodista. El problema no es la cantidad, sino la calidad. No es necesario hablar más, sino mejor.

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