Opinión

Dos besos

El viernes pasado en Santiago, un colega fotógrafo chantó dos besos para saludar como hacía antes de que la pandemia de covid-19 reventase los goznes de las costumbres sociales. La inesperada muestra de cariño por las advertencias sanitarias fue recibida con un careto parecido al de Chenoa cuando Bisbal le hizo la cobra durante un concierto de "Operación Truño", según ha rebautizado al concurso de voces otro compañero de tecla afilada, pero los dos besos acabaron en su destino sin reproche porque cuando se trata de besos sólo Judas los propinó con maldad y acabó arrepintiéndose.

El domingo, en León, un anciano se acercó a este chófer de anécdotas preguntando a gritos si ya había decaído el estado de alarma. La madre de la conviviente intentaba entenderse con la hija forzando la voz para superar los dos metros generosos señalados en el suelo a la entrada de la residencia. La escena contemplada desde la verja duele como la despedida de un emigrante desde la popa del barco y el malhumorado anciano comenzó a arremeter contra el Gobierno central. "Si ya se ha terminado el estado de alarma, no sé qué haces aquí, yo saltaría la valla y correría a abrazarla. Ya ves lo que nos ha hecho Pedro Sánchez". El octogenario continuó con la prédica mientras se marchaba al percatarse de que no encontraba pared para convertir el monólogo en charla. Cuando el volumen del griterío del hombre descendió por la distancia, se pudo escuchar a la madre de la convivente: ¿Qué dice que nos ha hecho Pedro Sánchez? Pedro Sánchez no nos ha hecho nada, creo yo". La carcajada ante la reflexión resultó inevitable. 

Media hora después, la hija se despidió sin poder abrazarla ni darle dos besos. Por la tarde en A Coruña, un amigo de la infancia tendió la mano para celebrar un feliz encuentro inesperado. "¿Nos daremos la mano, no?, preguntó extrañado  al comprobar que la extremidad quedaba en el aire como una promesa incumplida. A continuación comentó su preocupación por el rebrote detectado en Ribeira y en A Pobra do Caramiñal por un vecino que acababa de regresar de Brasil. Es difícil cambiar las costumbres sociales, pero los besos y los apretones de manos los carga el coronavirus y en este caso sólo la culpa es instransferible. 

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