Opinión

Galicia, capital Porto

Podemos malgastar saliva con el bla, bla, bla. Podemos incluso tirar de historia para seguir con el bla, bla, bla. Y se volverá a reunir el comité de rutas aéreas, o como se llame, para concluir que bla, bla, bla.

La capital aérea gallega es Porto, aunque a muchos le duela. El presidente Feijóo avisó ayer de que con la llegada del AVE el tráfico aéreo decrecerá entre un 30 y un 40% e instó a las tres ciudades con aeropuerto a ponerse de acuerdo en la coordinación.

El principal reclamo turístico de Galicia es el Camino de Santiago, que se recorre a pie, en bicicleta o a caballo. Y el resto, tampoco tendría mucho problema en aterrizar en el vecino aeropuerto de Sá Carneiro si un tren de alta velocidad lo dejase en su punto de destino en unos minutos.

Pero aquí, que somos más chulos que cualquiera, continuamos subvencionando rutas que pagamos todos mientras nuestras carreteras son un campo de minas. Claro que el dinero cada uno lo desperdicia donde le da la gana. Tampoco está claro que necesitemos un AVE, que no podrá transportar mercancías, y a ver si llega, porque tampoco es ley universal que no se pueda hacer negocio desde el culo del mundo, como ha demostrado Inditex. Hablando de Amancio Ortega, que sí necesita un aeropuerto, también podría apoquinar con los gastos. Y en Vigo, Citroën, o el que lo necesite, tendría que correr con la ronda.

Nuestro AVE tendría que ser a Porto, que se lo ha currado con más entusiasmo e imaginación que sus competidores directos. Cuentan que Carlos I le dijo a Felipe II en el lecho de muerte: "Si quieres mantener el imperio, deja la capital en Toledo; si quieres expandirlo, llévala a Lisboa y si quieres perderlo, trasládala a Madrid".

Nosotros tendríamos que apostar definitivamente por la eurorregión, trasladar nuestra capital aérea a Porto y pasar de Madrid porque estamos desperdiciando tiempo y dinero en una poza, como bien saben los catalanes y Amancio Ortega. Pero aquí continuamos entretenidos en localismos estériles mientras los que nos gobiernan pasan el tiempo midiendo el tamaño del carisma que creen tener y que casi nunca responde con la medida de sus actuaciones. Y hasta que nos demos cuenta, bla,bla, bla.

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