Opinión

Mascarilla y bozal

La respuesta de la ciudadanía para contener la pandemia de covid está siendo ejemplar en este rincón del planeta. La aceptación de la vacuna, con colas ahora para recibir la tercera dosis; el uso corriente de la mascarilla que sorprende a cualquier visitante; o la adquisición de test de antígenos hasta agotar existencias para celebrar con seguridad las comilonas navideñas demuestran la elevada responsabilidad del personal, salvo llamativos borrones en el cumplimiento de normas y recomendaciones que certifican la excepcionalidad del pasotismo. La variante ómicrom es tan contagiosa que todo el mundo acabará pasando por caja, a no ser que decida recluirse como un anacoreta.

La respuesta de los dirigentes políticos para frenar los contagios está resultando un disparate por su empeño en sacar tajada electoral de la miseria. Hay que ser retorcido para, siquiera, pensar que el presidente del Gobierno o los presidentes autonómicos toman adrede las peores decisiones. Verbalizar meras intuiciones resulta un tiro en el pie porque incrementa la desconfianza de los ciudadanos hacia los políticos. El lema “todos son iguales” conseguiría mayoría absoluta sin hacer campaña. Cada uno actúa según sus entendederas y no todas las cabezas son de luces largas, a pesar de los votos conseguidos.

Ana Pastor, política sensata y por la que en este folio se profesa un respeto sincero, cometió ayer un resbalón impropio en su trayectoria al acusar a Pedro Sánchez de “sembrar el caos” y la “incertidumbre” en los ciudadanos con el uso obligatorio de la mascarilla en el exterior. Indirectamente, Ana Pastor está enmendando la plana a presidentes del PP como Alberto Núñez Feijóo y los de Andalucía y Castilla y León, además de los de otras autonomías como Navarra, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana y País Vasco que solicitaron la medida al Gobierno central. Regular el exterior sin atajar de raíz el ocio en el interior puede parecer escapismo electoral, pero no hace falta ser Nobel para entender que intentan taponar los agujeros en la economía evitando contagios en aglomeraciones salvajes como en la calle Preciados de Madrid o la calle Príncipe de Vigo. Para políticos lenguaraces, bozal. Autogestión ciudadana para lo que ya sabemos.

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