Opinión

Meterse en belenes

En un barrio de León instalaron un belén en un macetero. Lo bautizaron como el belén de los pobres y la humilde instalación gozó de la simpatía de los vecinos e incluso apareció reseñada en la prensa local. Hasta a los no creyentes les arrancaba una sonrisa cuando pasaba al lado del tiesto. A los tres días, apareció un cartel en el pesebre. "Qué pena, lo han robado", anunciaba la nota.

¿Pero a qué clase de gentuza se le ocurre mangar una figurita del niño Jesús? Cuenta 'El Progreso' de Lugo que en cinco días se han producido en la capital chairega dos actos vandálicos relacionados con belenes. Primero ardió el de la plaza Suso Gayoso, en el centro de la localidad. Se presupone que algún tarado le plantó fuego al nacimiento porque en estas fechas es necesario gasolina o alcohol para que algo arda. El alcalde, Agustín Baamonde, confirmó que el Concello ha realizado una provisión de figuras porque "desaparecen con cierta frecuencia". Puede parecer un hecho irrelevante o una gamberrada, pero demuestra que por el mundo hay mucho zoquete suelto.

La asociación de vecinos de Sancovade de Vilalba denunció el domingo que también habían mangado la figura del niño Jesús de su nacimiento. El arrebato cleptómano en la tierra de Manuel Fraga o de Rouco Varela merece una investigación sesuda por si se trata de un movimiento digno de estudio.

En 2012, la plataforma Stop Desahucios raptó la figura del niño del Obradoiro y grabó un vídeo reivindicativo del secuestro con la intención de denunciar la situación de extrema pobreza por la que pasaban muchos vecinos. La sustracción de piezas en el belén compostelano ya casi se considera como una tradición pues al siguiente año se llevaron al rey Baltasar y doce meses después le volvió a tocar al niño.

Un compañero del curro recordaba ayer con cierta nostalgia los villancicos que de cativo cantaba delante del belén con su familia. Este año también él colocó el suyo pero en la cena de Nochebuena ni siquiera la prole se acercó con intenciones traviesas. La Navidad ha perdido su esencia. Los valores de la solidaridad que también profesan muchos no creyentes han sido desplazados por un consumismo atroz. Comprar, gastar, comer y beber hasta que nadie quede en pie. Avisen cuando terminen.

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