A la peluquería llegó una señora con el pelo desastrado. "Mira cómo te vengo", le dijo al peluquero con un gesto de desesperación que daban ganas de pagarle el apaño. Pepe la examinó unos segundos y la tranquilizó con palabras atinadas: "Pues tampoco está tan mal, mujer. Para no haberle hecho nada...". La clientela tuvo que hacer esfuerzos para contener la carcajada, pero la mujer quedó al momento aliviada. Tipos como Pepe permiten que el personal siga en la pelea y no baje los brazos.
El año mudó de dígito, pero no de piel. Pasados los fastos del estreno, los presentadores de galas en cueros para conseguir audiencia, el baile robado de Mariano Rajoy en el Gran Hotel de A Toxa al ritmo de 'Mi gran noche' de Raphael y la resaca, al día siguiente el periódico regresó por debajo de la puerta de casa con noticias preocupantes. La tentación de acuartelarse en la cama fue colosal, pero también es cierto que para lo que hemos hecho hasta ahora por estos pagos tampoco se está tan mal ni el juguete está completamente estropeado, como sugeriría el peluquero si alguien le pidiese consejo.
Podemos cambiar de cadena para no soportar a fantoches; podemos cambiar de gobiernos y de políticos como el Real Madrid cambia de entrenador si no nos gustan los resultados y hasta podemos cambiar de peinado como la aterrorizada señora. Pero sobre todo necesitamos cambiar el estado de ánimo para gestionar nuestros sueños.
Hace unos días, este chófer de anécdotas tropezó con un veterano futbolista brasileño que llegó a esta tierra con la sana intención de triunfar y su carrera se quedó a medias en contra de lo que anunciaba su sorprendente talento. A sus 60 años volvió a regalar la mejor sonrisa: "Le doy gracias a la vida. Pude vivir modestamente unos años del fútbol, aquí he conocido a mi mujer, tengo salud, puedo pagar unos vinos y parece que voy a seguir trabajando en Inditex hasta que me jubile. No puedo pedir nada más".
Rosalía Mera, la cofundadora de Inditex, atribuía el prodigio de la multinacional textil a que habían nacido en una época en la que todo estaba por hacer. Ahora estamos en un momento en el que todo está por rehacer.
