Opinión

La orquesta toca, el país se quema

Agosto huele a chamusquina. Ayer las llamas arrasaron más de 500 hectáreas en Sobrado, en Pereiro de Aguiar... Seguro que serán más cuando esta columna le llegue a sus manos. Tendría que quemar. Se han registrado casi un centenar de incendios en menos de 30 horas. Los alrededores de Compostela todavía humeaban por la tarde, en Corrubedo era día de verbena y la orquesta siguió tocando mientras los vecinos se enfrentaban a las llamas. Sucedió siempre. Siempre tenemos una orquesta como la del 'Titanic'. La música suena mientras el país se hunde.

El fuego siempre ha salido a bailar cuando el pueblo está de fiesta. Unos decían que era intencionado para facilitar el desbroce y la comida al ganado suelto; algunos le echaban la culpa a la industria de la madera por la pillería de abaratar precios cuando la leña quemada no sirve para gran cosa; otros atribuían las llamas a las bombas de palenque que se lanzaban con la creencia de disipar las nubes y atraer el buen tiempo; incluso los más desconfiados le colgaban la fechoría a las patrullas antiincendios para justificar el jornal. También estaban los que creían que se trataba de un ajuste de tierras.

Y mientras seguimos discutiendo sobre el "cerillazo" y echándole la culpa al descerebrado pirómano, que también los hay, en Galicia se han quemado más de medio millón de hectáreas en los últimos 25 años. Es una barbaridad, una perversa cantinela que se repite cada verano sin que se ponga remedio.

En Cabana de Bergantiños los vecinos presumen de que allí nunca arde. En 2006 se contabilizó un conato porque a un miembro de la patrulla forestal se le fue la pinza, pero fue rápidamente extinguido. Lo mismo sucede en una zona mágica como Cariño. Y si allí no arde no es porque el personal cuida de lo que tiene y lo hace porque obtiene beneficios económicos.

Llegará la lluvia, caerá el invierno y un curso más volveremos a discutir por el dinero que se destina al plan contra el fuego en vez de debatir qué se puede hacer para prevenirlo.

Galicia necesita que de una vez alguien le meta mano a los generosos recursos forestales. Y sólo se hará con mucha valentía y siendo consciente de que una medida seria quemará electoralmente porque habrá que mover marcos, pero sofocará la historia.

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