Opinión

"¿Vacunamos a mamá?"

Ya sé que soy muy mayor, pero no por eso me quiero morir", confesó una mujer en una pieza del telediario del mediodía de TVE. El testimonio llevó al parte de fallecidos diagnosticados por covid que la Xunta envía a diario: el lunes murió una mujer de 101 años en su domicilio en el Concello de Poio, el miércoles se registró el de una mujer de 84 años en el Chuac de A Coruña, ayer fue una mujer de 83 años en el Hospital da Mariña en Burela. Con esa edad las tres tendrían que estar ya vacunadas y la causa del óbito debería obedecer a alguna de las patologías que castigan cuerpo y mente con la acumulación de años. 

La duda sobre si el coronavirus puede mandar a la tumba a una persona que ya está inmunizada acude a despejarla el médico que forma parte del comité de expertos del folio en blanco desde el inicio de la pandemia: "La muerte por covid con vacuna es tendente a cero, pero teóricamente puede ser. También hay casos de hijos que no quieren vacunar a sus padres". Cuando comenzaron a llegar las primeras dosis del preparado de Pfizer un colega estudiado y viajado se posicionó a favor de evitar a la madre, aquejada de demencia, los inconvenientes por los posibles efectos secundarios del suero protector. La firmeza de los otros hijos doblaron su postura, comprensible cuando argumenta que la madre no es capaz de reconocer al hijo, perversa si el motivo se detiene en que ya ha vivido lo suyo. No somos alumbrados con fecha de caducidad exacta, pero el ser humano se agarra al consuelo de la longevidad del finado para soportar el duelo.

La Consellería de Sanidade anunció la semana pasada que volverá a citar a los mayores de 80 años que no acudieron a inmunizarse en la primera llamada. Alguno no asistió a la convocatoria por problemas de desplazamiento o números de teléfono sin actualizar en la base de datos, pero lo sorprendente es que en este grupo de edad hay 6.000 personas que rechazaron activamente recibir su dosis. Las residencias de ancianos, foco de mortandad en los primeros momentos de la pandemia, son ahora espacios libres de covid gracias a las vacunas. Algún abuelo se negará por tozudez, que ya ha pasado una guerra o sobrevivido al hambre, otros por miedo ante las dudas sembradas, pero nadie es suficientemente viejo para morir.    

Te puede interesar