Opinión

Cataluña versus realidad

Todo es mentira. Con estas tres palabras ha rebatido Artur Mas las teorías sobre la salida o permanencia de Cataluña en Europa en el caso de que se produzca la secesión de su comunidad del conjunto del Estado español. Es cierto. Todo lo que está sucediendo en Cataluña es la puesta en escena de una mentira tan grande como la realidad que vivimos a diario. Todo es mentira porque las verdades políticas y geográficas son siempre convencionalismos montados sobre las coyunturas de cada tiempo histórico. Lo grave es que tanto la mentira catalana, como la española y la europea caminan hacia el futuro con la mirada puesta en el camino andado. Avanzan de espaldas al destino.

La primera gran mentira, establecida como verdad, es la dicotomía representada por los dos conceptos geográficos e históricos de España y Cataluña como entes inconexos. Desde Cataluña se ha conseguido configurar la idea de dos partes representadas por una actual delimitación de territorios que solo tiene 183 años de vigencia, desde la división provincial de Javier de Burgos, por mucho que persigan remontarse a la saga de los Berenguer, condes medievales de Barcelona, o a la unión con el reino de Aragón por vía vaginal. El nacionalismo catalán, como el español, es una gran mentira. La única certeza es la realidad de una península que ha vivido su historia de la mano o a contramano, según los intereses de cada momento.

Por tanto es un disparate la bola identitaria, de esa parte del territorio de Iberia, para justificar los intereses políticos presentes de una parte de cierta burguesía reaccionaria y temerosa de perder sus privilegios de clase. Y para guerrear contra esa falacia no se les ha ocurrido a los centralistas otro disparate mejor que atemorizar a una Cataluña “libre” con su salida de Europa. Otro convencionalismo político del que muchos están deseando escapar corriendo como consecuencia de la opresión económica a la que nos somete el centralismo europeo. La polémica ha hecho emerger más votos independentistas que miedo a la soledad.

La montaña de mentiras de una y otra parte acabará llenando las bolsas del poder de las derechas más conservadoras. Para colmo, frente a sus propósitos las izquierdas progresistas se han quedado sin argumentos y han caído en la trinchera cavada por los nacionalismos decimonónicos. El lío ideológico es monumental. Démosle la vuelta, Mas está en lo cierto, el problema catalán es una mentira para conseguir votos contrapuesta al mentiroso problema europeo.

Por tanto, el próximo domingo los catalanes están llamados a ejercer el voto de la mentira. Y el escéptico se pregunta: ¿alguna vez fuimos convocados a votar sobre la verdadera realidad?

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