EL CORDÓN DE LANA rojo

Es navidad. Tiempo de magia, de sueños. Los padres siempre queremos que los sueños de nuestros hijos se cumplan, por eso en estas fechas gastamos cantidades exageradas de dinero en juguetes y tecnologías de última generación, y nos olvidamos que ellos pueden ser felices con muy poco.
En mi experiencia con niños me he dado cuenta de que no necesitan muchos juguetes, ni que sean sofisticados, sólo alguien que juegue con ellos. Su mejor juguete es su propia imaginación. Hace unos días aparecí en el autobús con una madeja de lana roja. Corté unos trozos y se la repartí a niños de entre tres y 12 años del colegio Ben-Cho-Shey. Al principio me miraron extrañados a mí y a la lana. Les enseñe a jugar con ella y al cabo de quince minutos se les ponían los ojos como platos al ver como aquel cordón se tranformaba en una cuna, un colchón y otras muchas cosas. Durante dos semanas se convirtió en su juguete favorito. Cada mañana me pedían un trozo de lana, cada tarde volvían sin ella del colegio. Les pregunté pero que pasa con la lana, ¿la perdéis? No - me contestaron- es que los otros niños del colegio también quieren jugar, asi que, como tu tienes mucha, les enseñamos a jugar y se la regalamos.

A veces la publicidad, la vorágime consumista en la que estamos sumidos, nos lleva a comprar montones de juguetes que al cabo de un par de semanas ya han dejado de entusiasmarles y quedan abandonados en un rincón. En mi humilde opinión, en esta cuestión como en tantas otras, menos es más. Juguetes sí pero con sentido común y que dejen lugar para la imaginación, para soñar y crear sus propios mundos de fantasía.

Esta es mi particular postal navideña para mis niños y niñas de los colegios de Mende y Ben-Cho-Shey con la que les deseo a ellos, muy especialmente, y a todos los que bien me quereis unas felices fiestas y un venturoso 2013.

Te puede interesar
Más en Cartas al director