ENCUENTROS EN LA TERCERA EDAD

n n nRecientemente, y por casualidad, a través de su hermano Victorio, me entero de que un viejo amigo mío, Julio Cadavid, se acaba de morir. Éramos de la misma edad, es decir, rondando los 70.
Cuando teníamos 18 años, yendo a las mozas, a verlas, no sea, camino de Carballiño en una moto Lambretta, matrícula M-137673, nos dimos contra una casa en Dacón, subiendo, en una curva a la derecha. Afortunadamente no tuvimos apenas consecuencias y pudimos volver a casa, pero fue un hecho que recordábamos cuando nos veíamos. Hay cosas que te unen para siempre.

Pasados unos años, los dos elegimos Madrid para consumir las etapas de nuestra vida que nos fueran quedando. En las grandes ciudades, la vida es más independiente y al contrario de lo que nos pasaba en Ourense, donde para vernos en el Auria, el Alaska o en el Parque no teníamos que llamar ni pedir hora, en Madrid, habida cuenta de que nuestros caminos profesionales y nuestras aficiones no eran próximos, apenas coincidimos.

En todos estos años, aun viviendo en la misma zona de Madrid, nos hemos encontrado en contadas ocasiones, y aunque nos dábamos los teléfonos y nos despedíamos con un 'a ver cuando quedamos un día...' la verdad es que las veces que nos volvimos a ver fue porque nos encontramos casualmente en la calle.

Recuerdo perfectamente nuestros encuentros en Madrid, fueron tres, exactamente. En todo estos años, Julio, nos hemos encontrado tres veces, sólo tres veces, las recuerdo perfectamente. Una fue en la calle Príncipe de Vergara; otra, en unos grandes almacenes, y la última, ¡hace más de 10 años!, en la Castellana, cerca del Bernabéu. En una película sobre extraterrestres, le daban extraordinario valor a los encuentros. 'Encuentros en la tercera fase' se titulaba. En nuestra vida, los encuentros también son fundamentales, y en la tercera fase, no sé, pero en la tercera edad, definitivos.

Descansa en paz, Julio Cadavid Vega. Tal vez, en alguna lejana galaxia, o más allá, tengamos nuestro próximo encuentro. Te contaré lo de la llegada del papa Benedicto XVI a Madrid, ya sabes, ahora siempre hay revoltosos, no como en aquellos tiempos de adhesiones inquebrantables cuando cantábamos todos 'De rodillas Señor, ante el sagrario que guarda cuanto queda de amor, y de humildad?'.

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