LAS FIESTAS GASTRONÓMICAS

Esto de las fiestas gastronómicas en Galicia tiene su miga social. Antaño cada villa, cada pueblo, celebraba una vez al año su fiesta patronal, la fiesta del santo. Decíamos: 'mañá imos á festa de Castrelo...' y ya allí, si se terciaba, nos tomábamos unas anguilas con un vaso de vino.
Pero el paso del tiempo ha invertido los términos y los motivos. Ahora decimos 'mañá imos xuntar unhas anguías a Castrelo, e de paso á festa', porque lo social, si antes era tomar algo mientras se escuchaba a los gaiteiros, ahora se escucha la música mientras nos hinchamos a comer.

El pulpo en Carballiño fue una de las fiestas gastronómicas pioneras, pero poco a poco las villas y pueblos con caché culinario se fueron adjudicando su menú típico anual y los que no lo hicieron aún lo tienen crudo (y nunca mejor dicho) para montarlo. Está todo pillado: o polvo, o cocido, o pemento, a anguía, a codorniz, a vitela, a empanada, a lamprea, o mexilón, a carne ó caldeiro, o porco ibérico...

Casi no debe quedar ya nada, y los lugares que quieran disponer de fiesta gastronómica propia van a tener que recurrir a manjares de importación, día del arroz tres delicias, día de los espaguetis en salsa verde, día del pollo frito al estilo Xian-su, etcétera. Salvo que reautoricen degustar especies autóctonas prohibidas, 'el gorrión frito', que antaño recuerdo como un socorrido bocado de cierto aprecio cuando la alimentación precisamente no abundaba.

Pero la verdad es que con tales motivos festeros se les da vida a los pueblos, se mueve el dinero, se montan grandes carpas para el degustado del menú, se contratan músicos, se tiran foguetes, además de lo que supone a la comisión gestora recaudar y adquirir la materia prima, elaborarla, etcétera, para el ágape.

Aunque la auténtica decana de las comidas comunitarias son los tradicionales e iterativos 'xantares na feira'. Antaño servían para sellar un acuerdo entre vendedor y comprador de un becerro, y hoy, que ya no hay transacciones comerciales ganaderas, sirve para saborear sin más el cefalópodo más apreciado, rehogado con pimentón y aceite de la cónica alcuza.

Por cierto, se me viene a la memoria una anécdota del año 1965. Recibí en mi lugar de trabajo a un técnico de la empresa que venía de Madrid, le enseñé Ourense ciudad y luego le llevé a comer pulpo, aprovechando que era día de feria, para que degustara algo típico. A media tarde, el hombre, que había estado muy serio durante la comida, llamaba a su mujer por teléfono y le decía: 'Orense muy bonito, ya te explicaré, pero fíjate Mary si son ancestrales aún en Galicia, que todavía comen en platos de madera'.

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