el gran hermano de nuestras vidas

En la novela titulada '1984' de George Orwell.
Winston Smith encuentra el amor de una joven rebelde llamada Julia, también desengañada como él del sistema político. Ambos encarnan una resistencia de dos contra una sociedad que se vigila a sí misma. La omnipresente vigilancia del Gran Hermano que es como denominan al dictador que lo domina todo, llega incluso al interior de las casas. Los dos enamorados pretenden escapar de un sistema donde la intimidad y el libre pensamiento están prohibidos. Winston acaba, tras largos e inhumanos meses, aceptando interiormente que la verdad es lo que el partido dice y no lo que su intelecto deduzca o ni siquiera lo que sus sentidos perciban. El amor acaba desapareciendo reemplazado por el amor hacia el Gran Hermano, único sentimiento afectuoso tolerado por el régimen.

Seguro que estará pensando que quiero referirme con esta sátira de la novela a los partidos políticos, pero no voy por ahí, aunque no deja de ser sintomático que haya pensado lo mismo que yo. Recordaba hace unos días Gregorio Morán en sus Tempestivas Sabatinas, la película alemana'La vida de los otros', historia en la que un agente escuchaba a un matrimonio sospechoso de actividades contrarias a la Alemania comunista. Control que produce gran rechazo en el espectador. Lo inimaginable es que en esa misma Alemania reunificada y gobernada por una ciudadana salida de las urnas como Angela Merkel, le haya sucedido exactamente lo mismo de manos de sus amigos americanos.

Lo más lamentable es que cualquiera de nosotros hemos sido potencialmente espiados. No sé cuantos millones de comunicaciones en un solo mes han sido interferidas por los servicios de espionaje de un país que además es aliado. El mayor número de toda Europa. Debe ser sumamente interesante lo que opinamos los que vivimos dentro de la piel de toro, por algo es este un país de chismes. Como escribe Gregorio Morán, cuando Obama se entrevista con Merkel lo sabe todo, es como ganarle al póker a un ciego. Pero es que además lo saben todo de nuestras vidas sin nuestro consentimiento. Quiero pensar que estos mal llamados servicios de inteligencia cuyo atributo de la mente la emplean únicamente en lo perverso también tendrán constancia de la repugnancia que nos produce el hecho.

Te puede interesar
Más en Cartas al director