NO TODOS SOMOS IGUALES ANTE LA JUSTICIA

El caudal de leyes vigentes que fluyen del régimen doctrinario del estado de derecho, es un laberinto.
Es como si estuviésemos atrapados en una telaraña que nos va enredando cada vez más entre su tejido inmovilista. Todos hemos conocido y observado con impotencia la comisión de injusticias (irracionales) y tropelías derivadas de politicastros y oportunismos absorbentes. A pesar de las muchas evidencias que corroboran los hechos, los poderosos con voz de mando sostienen que la justicia es igual para todos ('la demagogia es parte del indecoro político'), lo que ocurre es que no todos somos iguales ante la justicia. La ley la establecen unos pocos iguales para que la cumplamos otros -muchos- diferentes atrapados, que somos la gran mayoría.

En otros tiempos no muy lejanos del presente, no había más remedio que tragar las falacias de los mandamases de la época (expropiadores de libertades) y desaprensivos sin escrúpulos? pues el traje se confeccionaba sin tela y sin sastre. En democracia, el dolo político, además de inmoral, es un insulto y un desprecio a la inteligencia de los electores.

La ley, lejos de ser un precepto regulador ecuánime para la buena convivencia y desarrollo social, es un mecanismo argumental adaptado a las exigencias de los poderes dominantes de la sociedad. Hay muchos ingredientes en la ley (interpretables) que degradan la ética y otros valores humanos. También es visiblemente notorio que los iguales poderosos se distancian de los mortales diferentes en sus relaciones de convivencia social. Es más, los gobernantes y dirigentes con atribuciones de intimidación, exhiben las partes que más le conviene de la ley para lucrarse de la mano de obra, del esfuerzo y del sufrimiento de una gran mayoría de viandantes decentes.

Ellos -los iguales poderosos- siempre ganan (cobran) a pesar de la gravedad de sus errores. Van de oca en oca y tiran? expropian bienes y derechos ajenos por que su ley los protege del daño que causan. Nosotros -los diferentes atrapados- siempre perdemos, obligados por su ley pagamos los excesos, los errores, los vicios y los privilegios que ellos mismos se otorgan sin mérito.

Los altos cargos políticos, contra todo pronóstico, nunca dejarán de hacer cambios para que todo siga igual, haciendo pagar más a quien menos tiene. Desmanes administrativos, disfunción sindical, abusos empresariales, humillación salarial, afán recaudatorio de órganos públicos, así como las trampas legales sembradas en la burocracia, son cargas peligrosamente pesadas para la estabilidad de la democracia y el bienestar social.

Arar el mar es quimera, cultivar peces en el aire es ficción, obtener justicia sin justos es imposible.

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