LAS PREBENDAS NO SE TOCAN

El ciclo se invierte.
Siempre. Pasó la época de las vacas gordas y estamos en la época de las vacas flacas y al ciudadano se le esquila sin piedad (no es una crisis, es un espolio). Eso sí, las prebendas y corruptelas de la clase política ni se tocan. Se hacen amagos que sólo son parches pero que no van al fondo de la cuestión. Los parados superan los seis millones, el paro juvenil es un drama. Una situación con perspectivas de que va a durar tiempo. Mientras que el abordaje social de muchos dramas familiares es mínimo (no hay dinero) se conceden ayudas a países extranjeros, aunque en la mayoría de los casos quienes realmente lo necesita no llegarán a ver las ayudas, porque entre gastos de viajes, celebraciones y salarios a los cooperantes poco queda para los necesitados. Mientras, la verdadera hambre física la tenemos en nuestra propia casa, pero no importa. Hasta el punto de que se han tenido que habilitar departamentos municipales para que los niños puedan comer dos veces al día. Es la expresión de una vergüenza en lo que conlleva de tragedia familiar, pero también un drama más amplio en la pérdida de cohesión social.

Y la otra cara de la moneda: los políticos entretenidos en intrigas y corruptelas. Con nuestros impuestos se subvencionan todo tipo de inmoralidades. Es la historia interminable, la historia de nuestro país que sigue preñada de casos curiosos: el Bárcenas ese, el caso de la princesa o la tondillera... da lo mismo.

A la par, el anquilosamiento de la Justicia y la opinión de que está mediatizada como cómplice de esa corrupción. Mientras, los más pobres se refugian en la cola de los comedores sociales.

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