Desde que el 9 de mayo de 1950 el ministro de Asuntos Exteriores francés Robert Schuman y el resto de 'padres' de la actual Europa (Konrad Adenauer, Jean Monnet, Winston Churchill, Alcide de Gasperi, Paul-Henri Spaak, Walter Hallstein y Altiero Spinelli) tuviesen el sueño de unir a todos los europeos, con sus diferentes ideas y a pesar de sus exigencias, para trabajar por un bien común, muchos han sido los cambios que han sacudido esa idea de paz y libertad, que hoy en día puede considerarse una auténtica utopía.
Sin embargo, hoy día asistimos atónitos al monstruo en que se ha convertido esa unión, porque en lugar de sentar las bases para que creciese, y darle el tiempo de madurez que todo aquello que es sólido necesita, se ha inflado e inflado hasta sobredimensionarla; pero comprendan, no intento quejarme, no es lo que pretendo, pues la sociedad está demasiado acostumbrada a crear monstruos y luego horrorizarse por aquello que ahora son. Esto tampoco es una pretendida crítica hacia la sociedad, sino una reflexión, ¿debemos construir la Europa que Schuman soñó, o por el contrario debemos resignarnos a que ese sueño se quede en una utopía irrealizable adornada por el cuarto movimiento de la novena sinfonía? Construyamos esa Europa, para que la historia pueda llegar a juzgarnos como los creadores del sueño realizado.
