la vocación en el vaticano II

Después de 47 años de la clausura del magno Concilio Vaticano II se sigue predicando un concepto de vocación de signo clasista.
En la constitución dogmática 'Gadium et spes', 22, se afirma que 'Cristo murió por todos, y la suprema vocación del hombre es en realidad una sola, es decir, la divina' (ser hijo de Dios). En los números 18 y 19 matiza; 'Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a Él con la plenitud total de su ser'. 'La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios'.

Por eso Juan Pablo II en 'Pastores gregis', 10, recalca que 'el obispo es ante todo, como cualquier otro cristiano, hijo y miembro de la Iglesia, (?) comparte con todos los demás fieles la insuperable dignidad de hijo de Dios, que ha de vivir en comunión y espíritu de hermandad'.

Lo que se viene denominando vocaciones son los modos de vivir la filiación divina. Todas son don gratuito de Dios. Todas tienen la misma dignidad e igualdad esencial, y todas son llamadas a la misma santidad y perfección (cf LG 11 y 32). Como escribió mi inteligente amigo Manuel Rego Nieto, 'en la iglesia no hay clases sociales', aunque parece que hay quienes se creen pluscuamperfectos. A la luz de la doctrina conciliar debe revisarse la estructura y funciones de la Delegación diocesana de vocaciones.

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