EL VOTO DE CASTIGO

El sistema electoral español no es de los más receptivos a la participación política. Las listas cerradas de candidatos sólo le ofrecen al elector la posibilidad de mostrar su preferencia por una opción de partido. La vuelta electoral única y el bloqueo de las listas hacen que las alianzas parlamentarias se sustancien sólo entre los elegidos, sin intervención de los electores. Corregir este conjunto de deficiencias no es fácil, pues la reforma necesaria debe surgir precisamente del acuerdo entre los partidos que se pueden ver afectados por ella.
El sistema electoral puede aliviar su lado perverso con una modificación muy simple, que en sí misma no introduce innovaciones substanciales en el sistema de partidos, pero sí en el interés por la participación política de los ciudadanos. Con la particularidad de que ese cambio no es un invento nuevo o no probado, sino que se inspira en una modalidad electoral con larga y contrastada historia de algunas órdenes monásticas, para cuyos miembros las elecciones de abad o de prior nunca son una cuestión baladí, pues de sus resultados dependen las condiciones de la vida cotidiana en común. Se trataría, en suma, de que los ciudadanos pudieran optar entre votar a favor de una de las listas presentadas o votar en contra de una de ellas.

El ciudadano que hoy vota tapándose la nariz, por decirlo así -que no está nada convencido acerca de quién debe gobernar-, puede tener muy claro, en cambio, quién no desea en absoluto que gobierne. Con el pequeño cambio sugerido, quienes ahora votan en blanco o incluso los que no cumplen con el deber cívico del sufragio, seguramente se sentirán atraídos a expresar su voluntad política y a participar en la vida colectiva, no tanto para manifestar una confianza que no tienen, sino para poner de relieve un temor -o un horror- que les parezca fundado. Los partidos políticos, simplemente, experimentarían a corto plazo un fuerte impulso para mejorar. Estarían obligados a explicar mejor sus incumplimientos y sus errores y evitar las políticas no anunciadas.

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