La vigente campeona olímpica tiene una plantilla equilibrada en todos los aspectos

Argentina, talento y oficio

Sábado 28 de agosto de 2004. Último día de los Juegos Olímpicos de Atenas. Inolvidable fecha para un país entregado a primera hora a su deporte rey pero rendido al final a su equipo de baloncesto. La selección de futbol conseguía la primera medalla de oro para Argentina en los Juegos del 2004 gracias a un solitario gol de Tévez. Pero la noticia del día llegaría horas más tarde. El equipo de baloncesto redondeaba un torneo impecable ganando en la final a Italia. Antes en semifinales habían derrotado a la todopoderosa USA pero habían pagado peaje dejándose en el camino a Oberto.
No fue suficiente para acabar con el empuje de un equipo inolvidable. Ginóbili, Scola y Montecchia lideraron a la albiceleste para conseguir el mayor logro de la historia. Esa medalla y el anillo de campeón de la NBA de Ginóbili con los Spurs meses más tarde dieron el empujón definitivo al baloncesto en Argentina.

Ahora aquel equipo inolvidable desgrana las últimas horas de existencia. Pepe Sánchez, Wolkowyski, Montecchia o Sconochini ya no están, Ginóbili u Oberto vislumbran el final de su presencia en torneos internacionales. Quien sabe si Beijing será la últi ma parada de un equipo irrepetible. Quién sabe si Beijing será el broche de oro para un grupo sobrado de talento, plagado de ‘estrellas’ y predispuesto al esfuerzo colectivo.

Competidores natos

Sin la frescura y la fluidez con la que fulminaron a USA y destrozaron a Italia en el 2004 pero con el mismo talento y todavía más oficio que entonces. Que Argentina es una de las candidatas al oro es algo indiscutible.

Su poderío exterior es temible con la sola presencia de Ginóbili, Noccioni y Delfino. Su solidez interior está justificada con Oberto y Scola. El resto, los Prigioni, Porta, Kammerichs o Gutierrez, suman siempre y no permiten bajar el listón nunca. Grandes subalternos para unos protagonistas de lujo.

España, en el pasado Mundial de Japón, constató la pegada todavía demoledora de un equipo que tiene el respeto de sus rivales sean cuales sean las circunstancias en las que llegue. Un equipo incómodo y complicado de masticar para cualquier rival pero delicioso de paladear tanto para el aficionado más exigente como para el más profano. Argentina es una de las grandes. Y ya no sólo en el futbol.

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