El checo del Omega, doble campeón del Mundo de ciclocrós, batió al belga Gilbert en el esprín de Mairena de Aljarafe

Stybar fue el más rápido

 El ciclista checo del Omega, Zdenek Stybar (derecha), celebra su victoria en la séptima etapa. (Foto: JAVIER LIZON)
En un duelo de titanes, el checo Zdenek Stybar (Omega Pharma), doble campeón del mundo de ciclocrós, se impuso al belga Philippe Gilbert (BMC), titular universal en ruta en un 'sprint' que resolvió la séptima etapa de la Vuelta, en la que Vincenzo Nibali retuvo 'la roja' en víspera del tríptico andaluz de montaña.
Felicidad de unos, y cabreo de otros. Los favoritos entraron en el pelotón, pasando página ante la nueva Vuelta que comienza ahora en las montañas andaluzas. Nibali contento con su maillot rojo de líder, pero otros echando pestes por considerar que el final, trufado de rotondas, era demasiado peligroso.

La séptima etapa entre Almendralejo y Mairena del Aljarafe, de 205,9 kilómetros, estaba señalada para el esprín, según el catálogo. Y se cumplió, aunque sólo esprintaron dos. La 'Ciudad del Romanticismo', cuna de José de Espronceda, impulso el tránsito desde Extremadura hasta Andalucía, Después del sabor a jamón de Guijuelo tocaba el del vino de la Tierra de Barros. La hazaña incompleta del alemán Tony Martin aún se comentaba a 35 grados. Nadie se escapó en solitario, esta vez se animaron tres.

Los 'piratas' que cantaba el citado escritor salieron a toda vela en paralelo a la autopista camino de Sevilla. El alemán Christian Knees (Sky), el italiano campeón nacional contrarreloj Marco Pinotti (BMC) y el escapista oficial de la Vuelta, el navarro Javier Aramendia (Caja Rural), metieron ficha en el kilómetro 15 y se marcharon cargados de ilusión. Persecución entre viñedos. Una diferencia de 8 minutos encendió las alarmas en el grupo. Los habituales se pusieron las pilas: el Orica, el Lampre y el Argos mantuvieron a raya la fuga.


FIN DE LA AVENTURA

A 17 de meta, fin de la escapada. Todo controlado. O casi todo. Con Gilbert en el pelotón siempre hay una última bala en la recámara. El belga saco a relucir el arcoiris que ganó en Valkenburg y abrió hueco. Pero enseguida se le pegó a rueda Zdenek Stybar, el ídolo del barro.

Difícil faena la que les quedaba por delante. Aguantaron un puñado de segundos sin ser alcanzados. Y llegaron a la recta decisiva. El pelotón rugía, pero esta vez, por una diferencia que solo puede ver una máquina, la fuga tuvo premio. El gordo para Stybar, la pedrea para el inconsolable Gilbert.

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