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Internacionalización: ¿hartazgo formativo o atonía empresarial?

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photo_camera Direcciones en metal.

La salida al exterior debe ser un reto permanente para nuestras empresas, pero ese objetivo no puede ser alcanzado sin la formación o preparación adecuadas.

La salida al exterior debe ser un reto permanente para nuestras empresas: para las que no lo han hecho nunca, un 98,6 % del total de 1,2 millones que operan habitualmente en el mercado interior; pero también para las que lo suelen hacer de forma regular, un 1,4 % de esos 1,2 millones a los que acabo de referirme. En el primer caso, para empezar a diversificar sus mercados, aumentar su competitividad y mejorar sus resultados; y, en el segundo, para consolidar y, en la medida de lo posible, ampliar esa diversificación, incrementar esa competitividad y, en fin, duplicar o triplicar esa mejora. Pero ninguno de estos objetivos pueden ser alcanzados sin la formación o preparación adecuadas, una formación o preparación que, si en el mercado interior es necesaria, en el exterior no es que sea necesaria es que es imprescindible, y que pese a serlo está sujeta a un debate constante que oscila entre el hartazgo de unos y la atonía de otros y que en última instancia hace dudar de su bondad o utilidad.

¿A cuento de qué viene todo esto? Pues viene a cuento de la respuesta que recibí en un reciente almuerzo de trabajo  a una pregunta que hice sobre  la perplejidad que me causaba la contradicción entre la inasistencia generalizada a cursos convocados por cámaras, confederaciones o asociaciones en materia de internacionalización y la falta de formación o preparación del personal de muchas empresas. Porque, si existe esa falta de formación o preparación, acreditada, por otra parte, con la ausencia de estudios de mercado, planes de negocio y previsiones contractuales al salir al exterior ¿a qué se debe esa inasistencia generalizada: al coste de los cursos, a su horario inadecuado, a su poca consistencia teórica o práctica? Al parecer, para mi sorpresa, esa inasistencia no se debe a ninguna de estas causas, sino a otra totalmente distinta: al hartazgo de alumnos y empresas, porque el problema no estaría en las ofertas, sino en el exceso de las mismas, cuando no debería ser así.

Distintas ofertas educativas

Una de las características básicas de una economía de mercado como la nuestra es la libertad de elección del consumidor a la hora de elegir entre distintas ofertas educativas, porque éstas, las ofertas, digo, no sólo no limitan sus opciones, sino que al contrario las amplían, potenciando con ello su competitividad. ¿Por qué, entonces, ese supuesto hartazgo formativo? ¿Acaso no será, más bien, atonía empresarial? ¿No explicará mejor esta atonía empresarial el hecho de las aulas vacías y, como consecuencia de este vacío, el que sólo un 1,4% de empresas de un total de 1,2 millones salga al exterior y que un 98,4% no lo haga nunca? ¿No explicará mejor esta atonía empresarial el hecho de que, a diferencia de lo que sucede en otros países de nuestro entorno, un 63,4% del total de nuestras exportaciones se dirija, mayoritariamente, a la Unión Europea, y de que sólo el 36,4% restante se destine, desequilibradamente, a terceros mercados africanos, asiáticos y latinoamericanos? ¿Hartazgo formativo o atonía empresarial? A mi juicio, más bien la segunda.

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