El combate contra la epidemia de la obesidad invita a modificar conductas aparentemente inocuas. Prohibir la publicidad de productos dulces, eliminar alimentos altos en grasas de los comedores escolares o introducir información más clara en las eti

Empujón a la investigación

Un grupo de alumnos espera su turno para recoger la comida en un comedor en un centro escolar, claves en el desarrollo nutricional del niño. (Foto: X)
Incluir en los comedores escolares leche semidesnatada o desnatada, cambiar las mantequillas o margarinas por aceite de oliva y reducir los fritos. Son tres pequeñas modificaciones, inapreciables para los niños, que resultan muy efectivas. Varios colegios que colaboran con un programa europeo, participado por la Universidad de Santiago, las aplican siguiendo las indicaciones de un grupo de nutricionistas. Están convencidos de que es posible ofrecer a los niños una dieta sana y equilibrada 'sin hacer grandes esfuerzos'.
Las fórmulas más efectivas para combatir la obesidad pasan por minimizar las grasas saturadas y estimular la actividad física. Es una batalla individual y el resultado depende, en buena medida, de la determinación de la persona que padece sobrepeso. Pero también es una guerra global, en la que entidades e instituciones pueden tomar decisiones fundamentales para salvar vidas y mejorar la salud de las personas.


COMBATE ACTIVO

El alcalde de Nueva York se ha destapado como un activista combatiente de la obesidad. Hacía unos meses anunciaba su intención de prohibir vasos grandes de bebidas azucaradas y esta semana su iniciativa recibía la luz verde del consejo de salud de la ciudad. Pese al rechazo de la industria, desde marzo no se podrán vender limonadas, café o gaseosas en recipientes de más de medio litro (473 mililitros).

Siguiendo ejemplos como el del alcalde neoyorquino, el grupo en el que participan investigadores de la universidad compostelana llama a revisar las políticas europeas, con iniciativas públicas y privadas, que permitan reducir el impacto de la epidemia de la obesidad. Proponen diferentes medidas en guarderías, escuelas deportivas, comedores infantiles y centros de atención a mayores de España, Portugal, Italia y Países Bajos. En los países nórdicos han optado por modificar la normativa publicitaria para fijar franjas de especial protección y prohibir la emisión de anuncios de alimentos altos en grasas y azúcares en horario infantil. Esa medida ha ido acompañada en Noruega de un mayor impuesto para chocolates y azúcares, gravando productos como refrescos, salchichas o sándwiches.

Por esa vía económica, 'tocando el bolsillo', también intenta actuar el grupo de investigadores de la Universidad de Santiago. Es complicado diseñar una estrategia, 'y más en tiempos de crisis', porque siempre será más barato un menú elaborado con comida precocinada que otro preparado con productos frescos. 'Ahora existe un convencimiento general de que es necesario actuar desde diferentes ámbitos para combatir la obesidad, pero durante mucho tiempo fue considerado un problema médico. Es más que eso, es un problema social', apunta María Luz Loureiro, investigadora principal de la Universidad de Santiago. 'Influyen muchos factores: las circunstancias socioeconómicas, el entorno familiar o los hábitos de consumo'.

Es más fácil y más barato acudir a una tienda de congelados para llenar la nevera de productos cuyo tiempo de preparación no supera los cinco minutos. El exceso en la ingesta de calorías, combinado con una caída en la actividad física, deriva en obesidad y enciende las alarmas.

'Es necesario actuar desde todos los frentes y buscar una estrategia compartida con todos los países de la Unión Europea', apunta María Luz Loureiro. 'Trabajamos de forma conjunta con investigadores de otros países porque, pese a las particularidades de cada dieta, hay situaciones que son iguales en España, en Holanda y en Grecia. Vivimos con demasiada prisa y no tenemos tiempo para preparar los platos más recomendables'.


LA 'FALSA PRISA'

Esa 'falsa prisa' es la mejor aliada de la obesidad. La comida rápida hipercalórica o la bollería encuentran demasiadas facilidades para entrar en la bolsa de la compra y acabar en el estómago. Una de las propuestas lanzadas desde el campus compostelano es la subida del precio de los alimentos dulces y grasos para intentar corregir hábitos de consumos enquistados en la sociedad, pero los investigadores son conscientes de su efectividad a largo plazo. El encarecimiento de un producto no siempre es garantía de disminución del consumo; lo saben muy bien los fumadores. 'La económica es una vía, pero hay que actuar desde diferentes ámbitos de la sociedad. Una medida aislada no basta, es necesario un paquete de medidas', señala la investigadora de la Universidad.

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