VIGO

Las policías reciben chalecos mal adaptados a su figura

La UFP asegura que se han producido numerosas devoluciones en las Comisarías de la Policía Nacional de Vigo y de las restantes ciudades gallegas 

El sindicato policial Unión Federal de Policía (UFP) ha manifestado su preocupación por el  importante número de agentes femeninos de la Policía Nacional que están devolviendo los chalecos antibala que les han repartido al no adaptarse a su anatomía. Esta situación se ha registrado en todas las Comisaría de la provincia de Pontevedra, incluida la de Vigo, además de casos registrados también en la Jefatura del Cuerpo Nacional de Policía en A Coruña.  

Los chalecos antibala que se han repartido hasta el momento tienen el mismo corte y largo que los modelos masculinos y dado que el talle de los pantalones de las mujeres son más altos tropiezan con el cinturón, y cuando se sientan, les produce un "efecto guillotina" en sus barbillas dificultándoles los movimientos.

El sindicato policial UFP añade que los chalecos que le han suministrado a las agentes son los mismos que los de sus compañeros pero "apañados" con una banda en la zona del pecho para ajustarlos, lo que provoca "gran incomodidad" y que no sean "operativos de llevar".

Critica el sindicato que se intente "cerrar en falso" una "crisis" que se inició con la muerte de la agente Vanessa Lage en el intento de atraco a un banco en Vigo el pasado mes de noviembre. 

Dos agentes de cuarentena por ayudar a un enfermo de sida

El sindicato Unión Federal de Policía (UFP) pide que se dote a  los vehículos policiales con medios básicos de reanimación cardiopulmonar para intervenciones de urgencia vital y facilitar, además, a los agentes formación sobre la utilización correcta de los mismos. Este sistema impediría que se repita el caso de dos agentes de la UIP (antidisturbios) que se encuentran en cuarentena después de haber hecho un boca a boca en enero a un hombre que padecía sida y que se precipitó desde un balcón. Los agente tuvieron que poner en práctica sus conocimientos de primeros auxilios y los medios de los que disponían, "sus manos", para estabilizar al herido. Dicho tratamiento tiene una duración de tres meses con perjuicios para las relaciones familiares y personales de los agentes que ahora se enfrentan a una situación en la que "tienen que explicarle a sus hijos por qué su papá no les da besos". 

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