El pueblo de Angrois intenta levantarse tras una nueva tragedia

Angrois, núcleo compostelano que vivió el accidente con toda su crudeza intenta levantarse después de que una nueva tragedia le golpeara. No es la primera vez que este pueblo, que siempre se levanta, tiene que bregar contra la adversidad, aunque nunca antes con tantas secuelas psíquicas.
Año 1985. Un invierno durísimo. La lluvia derrumba un talud que cae sobre la vía por la que está a punto de pasar el último Talgo del día. El pueblo entero acude a socorrer a los pasajeros Entre todos levantan una pasarela con tablas. Sacan del interior de este transporte público a los viajeros. Por suerte, están bien. Las maletas las dejan. Era imposible. Cuando el pasaje está fuera, les ofrecen mantas, ropa de abrigo, cafés y comida, mientras esperan a los autobuses.

Agosto de 2001. Otra fecha grabada a fuego. Un buen verano y cuatro niñas están corriendo con sus bicicletas al lado de los raíles, estampa habitual en una población conectada, por su cercanía, con el ferrocarril. Una de ellas se asusta. Mal presagio. No esquiva el tren y muere arrollada.

Cada cierto tiempo la desgracia sacude a Galicia, ya sea como catástrofe medioambiental, como la marea negra del Prestige en 2002, o de drama humano, con las 79 muertes y los más de 150 heridos del accidente del Alvia en Angrois, una 'zona cero' que quizás para regresar a su rutina tenga que alejarse mentalmente de ese trazado.

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