Kathleen Turner, la mujer fatal de los 80, sólo se acostó con dos señores en sus 53 años

Kathleen Turner
Kathleen Turner ha escrito sus memorias («Send yourself roses»). Dice, entre otras cosas, que va en autobús por Nueva York o que Nicolas Cage se comportó como un botarate durante el rodaje de «Peggy Sue se casó». Que lo arrestaron por conducir borracho, que montaba pollos en el set y que robó un perro. Nicolas Cage le ha puesto una demanda por difamación, libelo y calumnia. Molestar a Nicolas Cage no es buena idea.
Es como quitarle la comida a un perro (robado o no) mientras se la zampa. Estamos hablando de alguien que repartió hace unas semanas un comunicado a los periodistas que lo iban a entrevistar prohibiéndoles que le miraran al pelo (al poco pelo). Mándate huevos. Si alguno se entretenía echándole un vistazo (y juro por experiencia que no hay manera de quitar los ojos de su pelo de muñeca) se quedaba sin respuesta.

Es una peregrina exigencia como salida del protocolo delirante de «El rey y yo». Pero la revelación más importante la hizo la Turner en el programa de Larry King. La perfecta mujer fatal de los 80 (esa voz de hacer gárgaras con piedras pómez ayuda), la sudorosa hembra de «Fuego en el cuerpo» o la sexy asesina a sueldo de «El honor de los Prizzi» (nadie ha bailado mejor con un bolso sobaquero) sólo se ha acostado en sus 53 años con dos señores.

No puedo dejar de imaginármela en las películas que compartió con Michael Douglas (adicto al sexo que estuvo bajo tratamiento, hombre al fin) y pensar que se trata de especies diferentes. Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus. Y Nicolas Cage de una galaxia muy muy lejana.

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