MÚSICA

Adiós Yes, adiós

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photo_camera Chris Squire.

La muerte de Chris Squire debería suponer el final definitivo de Yes. Bajista y segunda voz, era el propietario de la marca y el único de la banda que apareció en todos los discos.

 

Aunque Yes y Genesis mantuvieron recorridos similares y sus estilos cuentan con muchos puntos de contacto, hay grandes diferencias. La principal, que mientras Genesis supeditó el virtuosismo de sus miembros a la obra en conjunto, en Yes siempre fue al contrario, lo que provocó que a menudo sus temas se prolongaran de forma excesiva con pasajes hechos para el lucimiento de los músicos. Sólo en los últimos años, en conciertos acústicos y con versiones reformadas de sus clásicos, parecieron asumir la fórmula de sus rivales. 


La música de Genesis es superior, pero en el uno a uno ganaba Yes: su formación clásica era toda una “all-star”. Con John Anderson a la voz, capaz de alcanzar tonos imposibles para un hombre y siempre perfectamente modulados. Steve Howe es uno de los grandes guitarristas del rock, tanto por estilo como por su capacidad para pasar a la acústica o a la slide, o guitarra horizontal, siempre con brillantez y precisión. La batería era para Bill Brudford: no sólo fue el titular de Yes, sino que también tocó con King Crimson e incluso hizo una gira con Genesis. Luego fue reemplazado por Alan White, quien puso por delante el sonido del grupo a su ego personal, mejorando así las canciones. Y por supuesto, Rick Wakeman, el gran teclista del rock, autor de varios –y la mayoría soporíferos- discos en solitario, dominador absoluto de pianos, órganos, sintetizadores y emuladores, un músico excelente y además, un esteta, marcando tendencia con su melena blonda y lacia y sus capas extravagantes. Sus solos, donde exhibía su virtuosismo, eran fijos en los conciertos.

El último Yes sería Chris Squire, quien acaba de fallecer con 67 años, un gran bajista, inconfundible en su forma de interpretar el instrumento desde una perspectiva singular, más como una segunda guitarra que como un acompañamiento. Inseparable del bajo Rickenbacker y su sonido plástico, también le gustaba realzar su imagen. Además, era la segunda voz y su firma aparece en buena parte de los grandes temas de principios de los setenta, la cumbre de Yes y también del rock progresivo, que apenas daba para nada más. El último álbum de los setenta, “Tormato”, era el primero en que Yes sonaba verdaderamente como un grupo y no como una agrupación de solistas. De ese tiempo fue su primer éxito en las listas, “Dont kill the whale”, un tema de apenas tres minutos y medio, nada que ver con las interminables oberturas de la época del “Yessongs”.

Luego, en los ochenta y noventa, vinieron muchos más discos, la mayoría prescindibles, absurdos como la fusión con los Buggles, separaciones, rupturas, el inesperado “hit” de “Owner of a lonely heart”, número 1 internacional, y más divisiones y reuniones, una de ellas con las dos ramas de Yes que resultó imposible. En 2012 realizaron la última gira con Howe y Squire sacando los últimos réditos de tiempos mejores. Lo más relevante lo  habían hecho en los setenta y tuvieron un postrer momento de gloria en la primera década de los noventa, con la recuperación de la alineación clásica y unos memorables conciertos acústicos donde interpretaron versiones adaptadas de sus buenos tiempos. Por allí andaba todavía Chris Squire, el auténtico espíritu de la colmena.

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