Asuntos globales

Un exguerrillero aspira a ser presidente de Colombia

El candidato Gustavo Petro, de la coalición Pacto Histórico. (CARLOS ORTEGA)
photo_camera El candidato Gustavo Petro, de la coalición Pacto Histórico. (CARLOS ORTEGA)
Los colombianos preferían cambiar disparos a cambiar discursos, a pesar de su facilidad para la palabra

Colombia es uno de esos países que parecen destinados a la desventura. Su historia estuvo dominada por la tragedia desde su nacimiento como país independiente. Los colombianos preferían cambiar disparos a cambiar discursos, a pesar de su facilidad para la palabra. Durante el siglo XIX fue escenario de múltiples guerrillas, un país parecido a la disparatada ciudad de Macondo imaginada por Gabriel García Márquez, uno de sus hijos más ilustres.

Estos días Colombia está viviendo unos tiempos tensos y apasionantes. En la pista electoral que conduce a la presidencia, han quedado dos candidatos diametralmente opuestos, uno representa a la derecha populista cuyo arquetipo mundial lo encarna el expresidente norteamericano Donald Trump y se llama Rodolfo Hernández, un constructor millonario, también conocido como el ingeniero. El otro, un antiguo guerrillero del M 19 llamado Gustavo Petro que dejó las armas en los años de juventud, pero su vieja sombra de combatiente le persigue como un pavoroso reguero de polvo y escombros centrifugado constantemente por la anacrónica derecha inmóvil. En las elecciones del pasado domingo, Gustavo Petro dio un gran paso para convertirse en el primer candidato de izquierdas con posibilidades de ser presidente, al sacar el 40´3%, el índice de votos más alto logrado por un candidato progresista, doce puntos por encima del candidato de la derecha representada por Rodolfo Hernández que obtuvo el 28% de los votos. Rodolfo Hernández, a pesar de que se presenta como independiente, encarna los valores de la derecha más tenebrosa. Ha tenido tropiezos verbales muy sonoros como cuando defendió el pensamiento de Hitler, aunque pidió perdón argumentando que había confundido a Hitler con Einstein. Sus declaraciones, al igual que las de Trump, son siempre polémicas. Cuando se refiere a las mujeres desprende un irrespirable perfume machista. Sobre las venezolanas dijo que eran una fábrica de chinos (hijos). En ocasiones se ha referido al colectivo de mujeres como putas, sin que le temblara la voz. Una joya.

Evita comparecer en debates públicos con sus adversarios, su tribuna son las redes sociales, en donde se le conoce como “el viejito del TikTok”. Su campaña es una mezcla de memes y música donde entrelaza corridos rancheros con guaracha y reguetón. Promete casas y excursiones al mar para todos los colombianos.

Mantiene una gran sintonía con quienes han sufrido violencia durante los largos años de trágica guerrilla. Tiene razones para ello, su padre fue secuestrado por la guerrilla y solo fue liberado después de haber pagado un alto rescate. Su hija Juliana fue secuestrada por la guerrilla de ELN y todavía sigue desaparecida. Es lógico que en estas circunstancias obtenga un gran apoyo popular.

Con la corrupción ocurre exactamente lo contrario. La ataca violentamente desde sus redes sociales, pero tiene varios juicios pendientes de sus tiempos como alcalde de Bucaramanga, le acusan de múltiples irregularidades en las contrataciones como la del servicio de basuras. Se presenta como candidato antiélites y antisistema. Dice que renunciará al sueldo de presidente y que suprimirá embajadas y consulados. Promete llevar a los presos al sur del país para que hagan labores agropecuarias, dice que los seguirá por medio de pulseras controladas por satélites.

En las filas de la izquierda que apuesta por Gustavo Petro consideran un peligroso rival al heterodoxo populista Rodolfo Hernández, el rostro de una derecha líquida e inclasificable. Representa el más puro individualismo colombiano. Hubieran preferido a Federico Gutierrez conocido por Fico, representante de la derecha sólida y eterna, apoyado por todos los partidos de la derecha, por las élites económicas y por el actual presidente Iván Duque, pero los colombianos le dieron solo el 23´87% en la primera vuelta. Esta estrepitosa caída de la derecha supone un giro histórico en el país.

En contra de las previsiones de altercados y violencias, la jornada electoral fue inusualmente tranquila en todo el territorio. Se temían violencias en el colegio electoral donde votaría Gustavo Petro, situado en un barrio popular de Bogotá. Por indicación de las fuerzas de seguridad acudió a votar a primera hora de la mañana, rodeado de su familia. El despliegue policial para protegerle fue enorme. 

La caravana para ir a votar estaba formada por diez coches blindados, seguidos por una ambulancia y un helicóptero que sobrevolaba el colegio electoral. Este despliegue es el termómetro de la alta tensión que está viviendo el país desde que empezó la campaña electoral. El año pasado, Colombia vivió un estallido social como no se recordaba hacía mucho tiempo. En casi todos los colegios electorales se formaron pequeños grupos que coreaban “Petro presidente”. Era fácil oír frases como: “Es necesario deshacernos de toda la burguesía que nos gobierna”. El clima que ahora hay en Colombia nos recuerda el final de “Cien años de soledad” donde García Márquez dice refiriéndose a Macondo: “Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra.” Todos los resultados de la primera vuelta indican una profunda voluntad de cambio. Lo importante es saber la orientación de ese cambio, porque las dos alternativas que ofrecen los candidatos, uno de la izquierda y otro de una derecha anti sistema son diametralmente opuestos.

Gustavo Petro de 62 años, es economista de formación. Fue guerrillero en sus tiempos de juventud, pero muy pronto se integró en los cánones democráticos de la izquierda, siendo parlamentario y alcalde de Bogotá. Por tercera vez aspira a la presidencia, aunque la primera con posibilidades sólidas.

Petro y Hernández, los dos candidatos en la última etapa que lleva a la meta.

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