Uno de los coletazos de la pandemia ha borrado de las calles de Ourense los puestos de pulpo. ¿Cuándo volverán? Si Bécquer hubiera catado el arte en las manos de las pulpeiras de Carballiño, quizá hubiera cambiado golondrinas por cefalópodos, el corazón por el estómago. Más allá de la irreversible desolación que deja el virus, el leñazo económico del estado de alarma ha puesto contra las cuerdas a multitud de sectores. También a los pulpeiros, abocados al limbo burocrático en un país que se mueve ahora a golpe de decreto. Pese a pertenecer al sector de la alimentación, el hecho de no disponer de un local y depender exclusivamente de ferias, fiestas y venta en las calles, se han quedado sin la posibilidad de trabajar.
La presidenta de la Asociación de Pulpeiros de Carballiño, María Isaura González, transmitía la preocupación de las 23 familias asociadas (cada una con más de un miembro en la profesión), y señalaba que "puxemos nas mans dun asesor unha reclamación para que nós permitan facer a venta a domicilio, pero de momento non temos resposta nin sabemos o que vai pasar".
En ese sentido, igualmente desconocen si la apertura de la hostelería les incluye también a ellos, cociendo de nuevo en los espacios públicos que ocupaban con anterioridad. "Como somos un colectivo cunhas características moi específicas, non estamos encadrados totalmente en ningún sector; outra cousa sería se tiveramos local propio, así xa saberíamos que poderíamos traballar polo menos ao mesmo tempo ca hostalería, pero está sen aclarar".
La incertidumbre es grande para este colectivo y de momento lo que esperan es poder servir su producto a domicilio. "Non sabemos quen nos pode autorizar, os concellos dixeron que non é da súa competencia, xa que están centralizadas no Goberno". Madrid se ha olvidado de las pulpeiras.
